El contexto de la sección 74 es misterioso, pero el contenido es un comentario sobre 1 Corintios 7:14, donde Pablo aconsejó a las mujeres cristianas que estaban casadas con hombres judíos sobre la tensión entre sus religiones a la hora de criar a los hijos[1].
Esta notable revelación nos hace pensar en las luchas de la adolescencia de José por entender la Biblia: “[P]orque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia” (José Smith—Historia 1:12). José había aprendido entonces a llevar sus preguntas al Señor mismo.
En la sección 74, como en varias otras, el Señor mismo interpreta la Biblia para José. Al hacerlo, resuelve sutilmente un importante problema teológico que suele plantearse a los padres de niños de tres años. Se trata del pecado original. ¿Los mortales son pecadores por naturaleza o no? Pregúntele a un grupo de Santos de los Últimos Días si creen que las personas son inherentemente malvadas y, dejando de lado todos los testimonios de ellos mismos y de sus propios hijos, masivamente responderán que no.
Pregunte a los escritores del Libro de Mormón y obtendrá una respuesta diferente. Ellos sabían y enseñaban que los mortales son, al menos en parte, inherentemente malvados (2 Nefi 2:29; 2 Nefi 4:17–20). Como dijo el hermano de Jared: “[P]or causa de la caída, nuestra naturaleza se ha tornado mala continuamente” (Éter 3:2). A pesar de que las Escrituras son claras en este punto, a veces los Santos de los Últimos Días modernos subestiman los efectos de la Caída. Tal vez tememos que nos haga parecer demasiado a otros cristianos. Pero por el mero hecho de nacer como mortales, heredamos una naturaleza pecaminosa. Somos naturalmente viciosos, egoístas, carnales, mezquinos y, a menudo, completamente malvados.
¿No dice la sección 74 que los niños pequeños son santos? Sí. Lo son, pero no porque lo sean de forma inherente. La revelación dice que son “santificados por la expiación de Jesucristo”. La sección 74 nos enseña una más de las profundidades de la expiación infinita de Cristo: Dado que los hijos heredan la caída sin poder hacer nada, sin haber ejercido su albedrío en el asunto, Jesucristo intercede por ellos. Los santifica y los encamina a convertirse en agentes libres a los ocho años de edad aproximadamente, si se les enseña adecuadamente la ley del evangelio (véanse las secciones 29 y 68). Mientras los niños no sean agentes libres todavía, demasiado incapaces para comprender o hacer algo acerca sobre la parte caída de su naturaleza, Jesús los santifica de acuerdo con su voluntad. Eso es lo que enseña la sección 74. Es una hermosa doctrina, restaurada por medio de José Smith, y resuelve un importante problema teológico.
[1] “Historical Introduction” y “Explanation of Scripture, 1830 [D&C 74]”, pág. 60, The Joseph Smith Papers, consultado el 5 de julio de 2020.
Del minuto de Doctrina y Convenios
Doctrina y Convenios 74 explica las Escrituras, específicamente 1 Corintios 7:14. Este pasaje bíblico se utilizaba a menudo para justificar el bautismo de niños, una práctica condenada en el Libro de Mormón (Moroni 8:9). La posición de la sección 74 de Doctrina y Convenios hace que parezca que se recibió a principios de 1832, cuando José Smith estaba trabajando en la traducción del Nuevo Testamento; sin embargo, es probable que esta revelación llegara mucho antes, quizá en la primavera de 1830. Cuando John Whitmer, el historiador de la Iglesia, copió la revelación en el Libro de Revelaciones 1, la fechó en “1830” y le dio el título “Explicación de las Escrituras”[1]. Esta revelación no se incluyó en el Libro de Mandamientos de 1833, y cuando se insertó en Doctrina y Convenios de 1835, no se proporcionó una fecha[2].
Cuando José Smith comenzó su historia en 1838, los editores de esa obra asumieron erróneamente que esta revelación se dio alrededor de la época en que José Smith reanudó su obra de traducción del Nuevo Testamento, es decir, a principios de 1832 [3]. Sin embargo, para 1832, John Whitmer ya había copiado la revelación en el Libro de Revelación 1, que llevó consigo cuando partió hacia Misuri a fines de 1831. Si bien no conocemos la fecha exacta de la revelación, la fecha original de John Whitmer sugiere que se dio en Nueva York antes de que a José Smith se le ordenara mudarse a Ohio (DyC 37). Es probable que el Señor haya revelado esta escritura en respuesta a las discusiones que los miembros estaban teniendo con los nuevos conversos sobre el bautismo de niños[4]. La información actualizada sobre los orígenes de la revelación apareció por primera vez en la edición de 2013 de Doctrina y Convenios.
“Historical Introduction,” Explanation of Scripture, 1830 [DyC 74]
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