Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
La amonestación del Señor para que Sus siervos perdonen se refiere a la reconciliación de Sidney Rigdon y Edward Partridge, quienes en los meses previos a esta revelación habían estado enredados en conflictos entre ellos. Unos meses antes, en noviembre de 1831, Sidney escribió una carta a los santos de Misuri en la que acusaba a Partridge de defraudar fondos, insultaba a José Smith y presumía de tomar autoridad sobre el Profeta. En una conferencia de la Iglesia celebrada en Misuri el 10 de marzo de 1832, el obispo Partridge pidió a un consejo de sumos sacerdotes que escribiera una carta a Sidney en la que el obispo Partridge respondía a las acusaciones formuladas contra él y pedía el perdón de aquellos a los que había agraviado. Un mes después, durante la conferencia que José Smith convocó el 26 de abril, Sidney y el obispo Partridge se reconciliaron y pusieron fin a los malos sentimientos entre ellos que habían persistido durante varios meses[1].
La disputa entre Sidney Rigdon y Edward Partridge fue solo uno de los problemas que los líderes de la Iglesia resolvieron en la conferencia del 26 de abril. El Señor usa la revelación de la sección 82 para enseñar a Sus líderes que, si no guardan sus convenios, estarán bajo gran condenación. Como ilustra el Libro de Mormón, algunas personas caen en el pecado y la transgresión después de haber sido iluminadas por el Espíritu de Dios y haber poseído un gran conocimiento de las cosas relacionadas con la rectitud. Si se apartan, estas personas se vuelven más empedernidas y su condición es peor que las que nunca han recibido el Evangelio (Alma 24:30).
[1] Minutes, 26-27 April 1832, JSP.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Después de declarar a los élderes presentes que “todos vosotros habéis pecado” (DyC 82:2), el Señor advierte contra la influencia del adversario (DyC 82:5). Señala la simple verdad de que “nadie hace lo bueno” (DyC 82:6), o como dice el Libro de Mormón, todos los hombres y mujeres son “siervos improductivos” (Mosíah 2:21). Pero, aunque el Señor reconoce las faltas y los pecados de los líderes y miembros de Su Iglesia, aún ve su potencial para un bien inmenso. Es importante que los miembros de la Iglesia reconozcan el mismo potencial en sus líderes y en ellos mismos.
El élder Dale G. Renlund citó una vez a Nelson Mandela, quien dijo: “No soy un santo; es decir, a menos que crean que un santo es un pecador que sigue intentándolo” El élder Renlund agregó: “Esa declaración, ‘un santo es un pecador que sigue intentándolo’, debe tranquilizar y dar ánimo a los miembros de la Iglesia. Aunque se refieren a nosotros como ‘Santos de los Últimos Días’, a veces nos estremecemos ante esa alusión. Por lo general, el término santos se usa para designar a aquellos que han logrado un estado de santidad elevado o incluso la perfección. Y sabemos muy bien que no somos perfectos. En términos menos formales, a Dios le importa mucho más quiénes somos y en quienes nos estamos convirtiendo, que en quienes fuimos alguna vez. A Él le importa que sigamos intentándolo”[1].
[1] Dale G. Renlund, “Los Santos de los Últimos Días siguen intentándolo”, Conferencia General de abril de 2015.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El nuevo mandamiento que el Señor menciona en el versículo 8 era para organizar la Firma Unida (u orden unida), un esfuerzo consagrado para proveer para los santos en Misuri y Kirtland, especialmente a los pobres. Una de las cosas que separan a la ley de consagración de los actos caritativos regulares que se esperan de los discípulos del Señor, es el convenio asociado a la ley. El Señor introdujo la consagración al principio de la restauración y ha permanecido como uno de los convenios importantes que los miembros de la iglesia celebran como parte de su discipulado. La Firma Unida fue una interacción de la ley de consagración que fue expresada por medio de una asociación comercial entre los líderes mencionados en esta sección. En el versículo 11 el Señor consuela a los miembros de la Firma Unida para estar atados “por medio de un vínculo y convenio que no puede ser quebrantado por transgresión, sin que inmediatamente siga el juicio”.
En el versículo 10 el Señor invita a los miembros de la firma unida a guardar sus mandamientos y les promete que Él está obligado cuando guardan sus mandamientos. ¿Cómo puede un ser omnipotente e infinito estar obligado por algo? James E. Talmage explica:
[Mi religión] me ha enseñado que Dios se tiene asi sí mismo por responsable ante la ley como espera que nosotros lo hagamos. Él no ha dado el ejemplo de obediencia a la ley. Sé que decir esto habría sido considerado una herejía hace algunas décadas. Pero tenemos la palabra divina que la respalda: [DyC 82:10]. Él obra mediante la ley y no por arbitrariedades ni capricho. No es un tirano para ser propiciado y aplacado por palabras melosas. No puede ser movido por la oratoria. Él no es un juez que se sienta para ser influenciado por las súplicas engañosas de abogados astutos; y sin embargo, hay una elocuencia que lo mueve; hay una súplica que lo influye. En Él prevalece la elocuencia de una oración de un corazón quebrantado y un espíritu contrito[1].
[1] James E. Talmage, en Conference Report, abril de 1930, 96.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Los versículos 13 y 14 contienen la primera mención en Doctrina y Convenios de una estaca de Sion. El concepto se toma de Isaías, quien comparó a Sion y a la casa de Israel como una gran tienda sostenida por cuerdas atadas a estacas firmes. Isaías amonestó a Israel diciendo: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas y fortalece tus estacas” (Isaías 54:2). En el versículo 13 el Señor se refiere a la estaca de Kirtland, lo que significa que será una fortaleza de Sion.
En la época de José Smith algunos pensaron que cada miembro de la iglesia con el tiempo se ubicarían en Misuri. Hoy en día algunos miembros todavía siguen pensando lo mismo. Pero mientras que la edificación de la Nueva Jerusalén sigue siendo un objetivo central de la restauración (véase DyC 101:17–19), la ciudad física aún no se ha establecido. De acuerdo con la visión de Isaías, los límites de Sion, al igual que una tienda en expansión, están destinados a ser agrandados hasta que Sion cubra la tierra. Una tienda tan grande debe ser estabilizada por muchas estacas fuertes. El Señor está aqui diseñando a Kirtland como la primer estaca de lo que llegaría a ser una red amplia de miles de comunidades de iglesias en todo el mundo.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
En el versículo 17 el Señor amonesta a los miembros de la firma unida a ser iguales. Este consejo hace referencia a la dirección que el Señor da a los miembros del otro esfuerzo consagrado operado por la iglesia, la firma literaria (DyC 70:14). Los miembros de ambos grupos fueron amonestados a que colocaran cualquier ganancia más allá de “lo que se requiera para sus necesidades y carencias” en el almacén del Señor para que “se consagrarán los beneficios para los habitantes de Sion y sus generaciones” (DyC 70:7–8). Tanto la firma unida como la firma literaria fueron iteraciones de la ley de consagración que sirvieron a su propósito y luego llegaron a su fin (véase DyC 104).
El “orden eterno” mencionado en el versículo 20, es una referencia de la firma unida, pero también a la ley de consagración en general. La firma unida, inspirada y gobernada por los principios de consagración, con el tiempo llegó a su fin (véase DyC 104). Pero los principios de la consagración que informaron el gobierno de la firma son eternos. El hecho de que la ley de consagración es eterna no significa que la consagración se verá exactamente igual en cada época de la iglesia. Aunque la consagración ha sido parte de las enseñanzas y la obra de la iglesia desde el momento en que esta ley fue revelada por primera vez, el esfuerzo consagrado de una iglesia de millones esparcidos en todo el mundo, sin duda será diferente que el esfuerzo realizado por un pequeño grupo de santos en Norteamérica durante la década de 1830.
Algunas personas piensan erróneamente que la ley de consagración es únicamente un sistema financiero. La ley de consagración es mucho más integral: los santos contribuyen no solo por medio de materiales sino con su tiempo, talentos y de cualquier otra forma que ellos puedan. Un obispo que trabaja muchas horas para el bien de su barrio está consagrando. Un padre que actúa como acompañante en una actividad de los jóvenes está consagrando. Los hermanos ministrantes dedicados o hermanas que dan comida o ayudan con el cuidado de los niños también están consagrando. Los medios materiales solo son parte de la ley, el Señor quiere que una persona se consagre por completo.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El consejo del Señor de “ganaos amigos por medio de las riquezas de maldad” (DyC 82:22) puede parecer curioso a la luz de Sus enseñanzas en otra ocasión de que “no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). El presidente Joseph Fielding Smith explicó:
El mandamiento del Señor de que los santos deben hacerse “ amigos por medio de las riquezas de maldad” parece difícil de decir cuando no se comprende correctamente. “No se indica… que los hermanos tuvieran que participar en los pecados de otras personas, o recibirlas en su seno, o casarse con gente del mundo o rebajarse al mismo nivel. [Los hermanos] debían vivir de tal manera que pudieran asegurarse la paz con sus enemigos. Debían tratarlos bondadosamente, ser amistosos con ellos sin llegar a comprometer los principios correctos y virtuosos, pero no emplear su lenguaje procaz, ni tomar bebidas alcohólicas ni andar de jarana con ellos. Si los santos podían calmar sus prejuicios, mostrarse dispuestos a comerciar con ellos y demostrar un espíritu bondadoso, todo eso resultaría útil para mitigar su enojo y oposición. El juzgarlos debía quedar en manos del Señor[1].
[1] Joseph Fielding Smith, Church History and Modern Revelation, 1948, 2:89.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
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