Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
En la proclamación de la familia, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce aconsejan: “Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida”. Estas tres expectativas del padre: presidir, proveer y proteger, siguen vigentes hoy. Al mismo tiempo, la proclamación explica que, al cumplir con las responsabilidades que se le asignan, “el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente”[1]. Proveer a las familias sigue siendo una de las expectativas importantes del Señor para el padre. El apóstol Pablo declara: “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
Al comentar sobre Doctrina y Convenios 83:4, el élder D. Todd Christofferson enseña: “Mantener a la familia es una actividad consagrada. Añadió: “Proveer para la familia, aunque por lo general requiera pasar tiempo lejos de ella, no es incompatible con la paternidad: es la esencia de ser un buen padre. ‘El trabajo y la familia son responsabilidades que coinciden en parte’. Claro, esto no justifica que un hombre descuide a su familia por su carrera, ni el extremo opuesto, que no se esfuerce y se contente con pasar su responsabilidad a otras personas”.
Incluso en situaciones en las que el divorcio u otras circunstancias cambian la dinámica típica de la familia, los padres siguen teniendo la obligación de hacer todo lo posible para que sus familias sean atentidas. El Manual General de la Iglesia cataloga a una persona que “abandona deliberadamente las responsabilidades familiares, incluyendo la falta de pago de la manutención de los hijos y la pensión alimenticia” como alguien en peligro de enfrentar al consejo de membresía[3].
Además, mantener una familia no solo significa brindar apoyo económico. Los padres tienen la obligación de brindar amor y apoyo emocional. En un discurso a los padres, el presidente Howard W. Hunter enseña: “Expresen con regularidad a su esposa y a sus hijos su reverencia y respeto hacia ella. En realidad, una de las mejores cosas que un padre puede hacer por sus hijos es amar a la madre de ellos”[4].
[1] “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, ChurchofJesusChrist.org.
[2] D. Todd Christofferson, “Padres”, Conferencia general, abril de 2016.
[3] General Handbook, 32.6.2.5
[4] Howard W. Hunter, “El Ser Marido Y Padre Con Rectitud”, Conferencia general, octubre de 2015.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Según el sistema de consagración que existía cuando se dio la sección 83, si los padres no tenían los recursos para continuar apoyando a sus hijos que llegaban a la mayoría de edad, estos niños podían recurrir a los recursos del almacén de la comunidad para satisfacer sus necesidades hasta que pudieran valerse por sí mismos. De igual manera, las viudas tenían derecho a pedir ayuda a la Iglesia. La cantidad de referencias a las viudas y a los huérfanos en las Escrituras demuestra la seriedad con la que el Señor considera a la Iglesia responsable con respecto a aquellos que viven en familias con este tipo de desafíos (véanse Éxodo 22:22; Salmos 146:9; 1 Timoteo 5:3; 2 Nefi 19:17).
Una gran parte de la labor de la Iglesia es proporcionar una familia sustituta a sus miembros, pero particularmente a aquellos que han perdido a miembros de su familia. La proclamación de la familia aconseja: “La discapacidad, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben brindar apoyo cuando sea necesario”[1]. Los convenios de consagración permiten a la Iglesia formar una gran familia extendida que puede ofrecer apoyo si a una familia le falta uno de sus padres o tiene otras circunstancias difíciles.
El élder D. Todd Christofferson se dirigió a quienes podrían enfrentar el desafío de vivir sin un padre: “A los hijos con una situación familiar problemática les decimos: ustedes no son menos por ello. A veces las dificultades son un indicio de que el Señor confía en ustedes. Él puede ayudarles, directamente y por medio de otros, a lidiar con lo que enfrentan. Ustedes pueden convertirse en la generación, tal vez la primera de su familia, donde los modelos divinos que Dios ha ordenado para las familias cobren verdadera forma y bendigan a todas las generaciones después de ustedes”[2]. En nuestros días no solo nos ocupamos de la viudez sino también de las familias divorciadas, de los matrimonios de religiones mixtas y una serie de otras circunstancias. Es imperativo para la Iglesia cuidar a quienes viven en situaciones familiares complejas.
[1] “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, ChurchofJesusChrist.org.
[2] D. Todd Christofferson, “Padres”, Conferencia general, abril de 2016.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
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