/ Doctrina y Convenios 3 / Comentario
Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El Señor comienza la revelación registrada en la sección 3 respondiendo lo que debe haber sido la pregunta más insistente en la mente de José: ¿He retrasado seriamente la obra de la Restauración? El Señor da la seguridad de que el progreso de Su plan nunca se ve impedido. En el Libro de Mormón, Jacob enseña: “¡Oh, cuán grande es la santidad de nuestro Dios! Pues él sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa” (2 Nefi 9:20). Mormón tuvo este principio en su mente cuando preparó el registro utilizado para reemplazar el manuscrito perdido. Escribió que “el Señor sabe todas las cosas que han de suceder; por tanto, él obra en mí para que yo proceda conforme a su voluntad” (Palabras de Mormón 1:7). Cuando entendemos que el Señor de antemano estaba consiente de los peligros de entregar el manuscrito a Martin y de la pérdida eventual del manuscrito, la pregunta entonces es, ¿por qué el Señor rechazó las dos primeras solicitudes y luego concedió la solicitud de que Martin se llevara el manuscrito?.
Aceptando que el Señor conocía el resultado final y preparó un plan de respaldo, la respuesta debe ser que el Señor aprovechó la oportunidad para enseñarle a José una lección difícil, pero necesaria. Si bien José y Martín deben haber sentido una inmensa presión para presentar pruebas de la validez de su trabajo, el cuidado de las planchas y de los intérpretes necesitó de obediencia absoluta a las instrucciones del Señor, sin importar cuán grande fuera la presión de otros. Permitir la pérdida del manuscrito puede haber sido una forma cuidadosa de enseñar esta lección sin dañar la aún frágil obra de restauración. Fue una lección que José tomó en serio, y más tarde escribió: “Hice de esta mi regla, cuando el Señor lo ordene, hazlo”[1].
[1] History, 1838–1856, vol. B-1, 558.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Es notable que lo que es esencialmente la primera revelación impresa en Doctrina y Convenios es una severa reprimenda al profeta que la recibió. José es acusado de temer más al hombre que a Dios. Al recordarle que fue elegido por Dios para hacer la obra, también se le dice de manera directa que estará sujeto a varias formas diferentes de tentación y que “caer[á] por motivo de la transgresión, si no est[á] prevenido” (DyC 3:9). Esta reprensión del Profeta también es un firme recordatorio de que los Santos de los Últimos Días no creen en la infalibilidad profética. Los profetas son personas imperfectas y mortales que cometen errores, incluso cuando actúan en el papel de profeta. José está en buena compañía aquí, uniéndose a figuras tan elevadas como Moisés (Éxodo 4:24-26), Pedro (Marcos 8:33) y el hermano de Jared (Éter 2:14), quienes recibieron el castigo de la mano del Señor por sus errores.
La declaración más conocida de falibilidad profética proviene de Wilford Woodruff cuando enseñó: “El Señor jamás permitirá que os desvíe yo ni ningún otro hombre que funcione como Presidente de esta Iglesia. No es parte del programa. No existe en la mente de Dios” (Declaración Oficial 1). Las palabras del presidente Woodruff dejan espacio para que los siervos escogidos del Señor cometan errores, a veces muy importantes, como en el caso de la pérdida del manuscrito original por José durante la primera fase de la traducción.
Al mismo tiempo, el Señor impide que sus siervos hagan cualquier cosa que obstaculice gravemente la obra. También reconoce la diferencia entre un acto deliberado de rebelión contra su voluntad y un error de juicio. El presidente Brigham Young enseñó: “¿Puede equivocarse un profeta o un apóstol? No me hagas ninguna pregunta de este tipo porque lo reconoceré todo el tiempo. Pero no reconozco que intencionalmente he llevado a este pueblo a desviarse un pelo de la verdad, y que no hago nada malo a sabiendas, aunque puedo cometer muchos errores”[1].
[1] Una serie de instrucciones y comentarios del presidente Brigham Young en un consejo especial, Tabernáculo, 22 de marzo de 1858.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
En los versículos 10-11, el tono de la revelación cambia de la condenación a la reconciliación. El Señor siempre extiende el perdón, incluso después de la locura más atroz. En defensa de José la presión para permitir que Martin se llevara el manuscrito debe haber sido inmensa. En ese momento, José tenía solo veintidós años, mientras que Martin tenía cuarenta y tres. Martin era un granjero exitoso y era muy respetado en la comunidad donde creció José. Martin también había brindado apoyo financiero cuando José se mudó a Harmony y continuó apoyando generosamente el trabajo de traducción. También es probable que José quisiera que las personas de su ciudad natal, Palmyra, vieran pruebas de su llamado profético, incluso si se suponía que el manuscrito solo se mostraría a un pequeño número de personas.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El Señor llama a Martin un “hombre inicuo” en estos versículos, y ciertamente parece que Martin desobedeció las palabras del Señor y violó el convenio que hizo de salvaguardar el manuscrito y mostrarlo solo a las personas designadas. Según Lucy Mack Smith, Martin inicialmente cumplió con las condiciones del convenio, pero lo dejó a un lado cuando llegó un amigo adicional y pidió ver el manuscrito. Después de enseñárselo a un amigo, Martin mostró poco respeto por el convenio y comenzó mostrar el manuscrito a otros. Esto provocó una discordia entre Martin y su esposa, Lucy Harris, quien se enfureció cuando Martin rompió la cerradura del armario en el que había estado almacenando el manuscrito. Lucy Mack Smith escribió: “Su temperamento irascible no conocía límites y una tormenta intolerable se desató en toda la casa cuando descendió con la mayor fuerza sobre la cabeza del devoto esposo”[1].
Uno de los más fervientes defensores de Martin Harris ha sido Dallin Harris Oaks, descendiente del hermano de Harris, Emer. En un discurso de la conferencia general, el presidente Oaks dijo: “Por tener un interés especial en Martin Harris, me ha entristecido el saber cómo le recuerda la mayoría de los miembros de la Iglesia. Él merece que se le recuerde mejor que tan sólo como el hombre que obtuvo injustamente las páginas del manuscrito inicial del Libro de Mormón y que luego las perdió” [2]. Si bien Martin cometió una grave transgresión en sus acciones con el manuscrito, debemos notar que el Señor continuó ayudando tiernamente a Martin durante el proceso de arrepentimiento (véase DyC 19). Aunque se le impidió seguir sirviendo como escriba, continuó proporcionando financiación y apoyo, incluso vendiendo su granja para pagar la publicación del libro. Martin fue llamado a servir como uno de los tres testigos especiales del Libro de Mormón (véase DyC 17). También ayudó en el llamamiento del Quórum de los Doce original en esta dispensación. Lo más importante, aunque Martin todavía estaba sujeto a muchas otras deficiencias, mantuvo su testimonio del Libro de Mormón por el resto de su vida.
[1] History, 1844–1845, bk 7, 8, JSP.
[2] “El Testigo: Martin Harris”, Conferencia General de abril de 1999.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
En la parte final de esta revelación, el Señor reconoce la historicidad del Libro de Mormón y hace alusión a la mayor complejidad étnica de la civilización israelita de lo que tal vez fue posible en el registro compendiado por Mormón. El propio Mormón señala que el libro que tenemos en nuestro poder es un resumen, y explica que no podía “escribir ni la centésima parte de las cosas de mi pueblo” (Palabras de Mormón 1:5). Si bien la narración que poseemos presenta una historia simplificada de los nefitas y los lamanitas, el Señor habla de los jacobitas, los josefitas y los lemuelitas como personas distintas y alude a una tradición más compleja y rica en la antigua civilización americana. Al mismo tiempo, a Mormón se le indicó específicamente que eligiera las partes de los registros que probablemente ayudarían a los miembros perdidos de la Casa de Israel a volver “una vez más al conocimiento de Dios, sí, la redención de Cristo, para que de nuevo sean un pueblo deleitable” (Palabras de Mormón 1:8).
Esta revelación termina con la declaración del propósito del Señor para la preservación de los registros nefitas. Los propósitos que se dan aquí en los versículos 16 al 20 son notablemente similares a los propósitos del Libro de Mormón que se encuentran en la Portada, que no se traduciría hasta casi un año después de que se recibió esta revelación. La revelación declara que el propósito de las planchas es preservar las “promesas del Señor” a fin de que “los lamanitas lleguen al conocimiento de sus padres”. La Portada proclama que el propósito del libro es “mostrar al resto de la casa de Israel cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres; y para que conozcan los convenios del Señor”. La revelación declara que el propósito del registro es que “crean en el evangelio y tengan confianza en los méritos de Jesucristo, y sean glorificados por medio de la fe en su nombre, y se salven mediante su arrepentimiento”. La portada insta al remanente a saber “que no son ellos desechados para siempre” y que el libro está diseñado “para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
COPYRIGHT 2020 BOOK OF MORMON CENTRAL: A NON-PROFIT ORGANIZATION. ALL RIGHTS RESERVED. REGISTERED 501(C)(3). EIN: 20-5294264