Contexto histórico y antecedentes de DyC 38

Copia antigua de DyC 38
Copia antigua de DyC 38
Fuente: JosephSmithPapers.org

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Breve Sinopsis por Steven C. Harper

A principios de 1831, José Smith reunió a la joven Iglesia de Jesucristo, que aún no tenía ni un año, para la conferencia general en Fayette, Nueva York. Newel Knight recordó que “fue en esta conferencia que fuimos instruidos como pueblo, para iniciar el recogimiento de Israel y una revelación fue dada al Profeta sobre este tema”[1].

José anunció el mandamiento de la sección 37 para que ellos se mudaran de inmediato a Ohio. Los Santos querían “algo más” que una explicación. José preguntó al Señor durante la reunión y recibió la sección 38[2].

A diferencia del mandamiento conciso de moverse a Ohio en la sección 37, esta vez el Señor dio una explicación razonable para el mandamiento. La situación es desoladora. Toda carne se ha corrompido, los poderes de las tinieblas prevalecen, la eternidad padece (DyC 38:11-12). El enemigo, presumiblemente Satanás, trama la destrucción de los Santos. El Señor muestra una imagen vívida, apocaliptica de los diferentes destinos que le espera a aquellos que creen y obedecen la revelación, comparada con aquellos “que no quieren oír mi voz, antes endurecen sus corazones; y, ¡ay, ay, ay de ellos!” (DyC 38:1-6).

La revelación de enero de 1831 obligó a los Santos a decidir si servirían al Señor o a ellos mismos. Les proporcionó una salida del mundo. Visualizó una sociedad alternativa. Vino con la voz del Señor, quien tomó “la Sion de Enoc a [su] propio seno… en virtud de la sangre que he derramado” (DyC 38:4). Predijo planes malvados de destruir a los Santos “con el transcurso del tiempo” (DyC 38: 4, 13).

Esas fueron las mismas palabras que recientemente se revelaron a José para describir cómo la Sion de Enoc salió sin peligro de este mundo (Moisés 7:21). Su inquietante similitud con los Santos de Nueva York que viven en “Babilonia” sugiere que un mal cultural progresivo representaba una gran amenaza para el bienestar espiritual de los Santos de Nueva York, aunque, como la rana proverbialmente hervida a fuego lento, apenas podían discernirlo.

La revelación llamó la atención de los Santos sobre la crisis, obligándolos a elegir (porque describía una propuesta de una o la otra) comenzar el “proceso” de llegar a ser como la Sion de Enoc o continuar el “proceso” hacia la “destrucción” (DyC 38:13). Para ser salvos, los Santos de Nueva York debían moverse a Ohio (DyC 38:10-13).

La decisión de escapar también fue una opción de reconocer al Señor como la fuente de autoridad, el creador de los mundos así como de las leyes y José Smith como su portavoz (DyC 21:1-8). “[E]scuchad mi voz y seguidme”, el Señor mandó claramente (DyC 38:22). La revelación requería que los Santos salieran de la pobreza, estimar a todos por igual y “sed uno” (DyC 38:27). Para quienes estaban en la conferencia, la revelación calló las objeciones a los mensajes culturales que recibían día con día de ser partidistas, codiciosos y de “pose[er] más que otro”, “como los nefitas de la antigüedad” (DyC 49:20; 38:39). Parecía calculado para probar la integridad de los que hicieron convenio al compelirlos a escoger ya sea “las cosas de este mundo” o “las de uno mejor” (DyC 25:10; 38: 17–20, 25–26, 39). La revelación fue claramente indiferente a la seguridad carnal de los Santos. “Y los que tengan granjas que no puedan vender, que las dejen o las alquilen, según les parezca mejor.” (DyC 38:37). La irrelevancia de la propiedad contrasta fuertemente con el énfasis de la revelación sobre el bienestar de las almas. Existe un sentido de urgencia de que los Santos pueden lograr salir a salvo de un mundo caído. “Y para que os escapéis del poder del enemigo y vengáis a mí, un pueblo justo, sin mancha e irreprochable, fue por lo que os di el mandamiento de trasladaros a Ohio; y allí os daré mi ley, y allí seréis investidos con poder de lo alto” (DyC 38:31–32).

La revelación causó una conmoción y división inicial entre los Santos. Quienes estaban cómodos en Nueva York no quisieron obedecerla. Algunos proyectaron su propio egoísmo hacia el Profeta, afirmando que él había inventado la revelación para obtener ganancias para sí mismo. “Estos”, señaló John Whitmer, “fue porque sus corazones no eran justos a la vista del Señor”[3].

Esa no es la parte más notable. Dada la actitud individualista de la sociedad en la que estos Santos vivían, el hecho notable no es que “uno o dos” se molestaron por “el sacrificio enorme” del mandamiento de congregarse en Ohio, sino el asombroso grado de obediencia y sacrificio en respuesta a la sección 38[4]. “El Señor había manifestado su voluntad a su pueblo”, señaló John. “Por lo tanto, hicieron preparativos para viajar a Ohio, con sus esposas, sus hijos y todo lo que poseían, para obedecer el mandamiento del Señor”[5].

Newel Knight escribió: “Como era de esperarse, nos vimos obligados a hacer grandes sacrificios de nuestra propiedad”[6]. Al guardar los mandamientos de arrancar las raíces telestiales y abandonar las preocupaciones telestiales, los Santos de Nueva York se estaban entregando a Dios[7]. Estaban haciendo una declaración audaz y contracultural[8]. Al hacerlo, se estaban preparando a sí mismos para recibir la ley de consagración que el Señor prometió que les daría cuando se congregaron en Ohio. Fueron autoseleccionados para ser “investidos con poder de lo alto” (DyC 38:32).

[1] “Newel Knight Autobiography”, en Dan Vogel, editor, Early Mormon Documents (Salt Lake City: Signature, 2002): 4:64.

[2]John Whitmer, History, 1831–circa 1847,” p. 6, The Joseph Smith Papers, consultado el 25 de septiembre de 2020.

[3]John Whitmer, History, 1831–circa 1847”, p. 9, The Joseph Smith Papers, consultado el 25 de septiembre de 2020.

[4] William G. Hartley, Stand by My Servant Joseph (Salt Lake City: Deseret, 2003), 103.

[5] Book of John Whitmer, chapter 1, Community of Christ Archives, Independence, Missouri.

[6] “Newel Knight Autobiography”, 4:64.

[7] “Tenemos la tendencia a interpretar la consagración sólo como una renuncia a nuestros bienes materiales. pero la consagración total es la renuncia de sí mismo para entregarse a Dios”. Neal A. Maxwell, Liahona, diciembre de 2008.

[8] El élder Jeffrey R. Holland enseñó el mismo principio en nuestro tiempo: “[P]aguen el diezmo como una declaración de que las posesiones materiales y la acumulación de riquezas mundanas no son las metas más importantes de su existencia. Es como me dijo hace poco un joven casado y con hijos, que vive con el presupuesto limitado de un estudiante:

‘Quizás nuestros momentos más cruciales como Santos de los últimos Días sean aquellos en los que tenemos que nadar contra la corriente de la cultura en la que vivimos. El diezmo nos proporciona esos momentos. Vivimos en un mundo que destaca las adquisiciones materiales y cultiva la desconfianza hacia cualquier persona o cosa que pretenda nuestro dinero, pero nos despojamos de todo egoísmo para dar libre, confiada y generosamente. Con esa acción, ciertamente declaramos que somos diferentes, que somos pueblo único, pueblo adquirido por Dios. En una sociedad que afirma que el dinero es nuestro valor más importante, declaramos enfáticamente que no es así’.

Jeffrey R. Holland, “Como huerto de riego”, Liahona, octubre de 2001.

Contexto adicional, por Casey Paul Griffiths

Del minuto de Doctrina y Convenios

Doctrina y Convenios 37 dio el mandamiento de reunirse “en Ohio” (DyC 37:3), y la revelación de la sección 38, dada solo tres días después, enumeró las razones por las que se pidió a los Santos que se congregaran. Newel Knight, al escribir sobre la conferencia en la que José leyó la revelación, registró que “se dio mucha instrucción buena y los santos manifestaron una confianza inquebrantable en la gran obra en la que estamos comprometidos. Se realizaron muchos negocios para la Iglesia y parece ser el reino de Dios”[1].

La revelación que ordenó a los santos reunirse en Ohio generó mucha discusión y llevó al Profeta a buscar más orientación sobre el mandamiento. John Whitmer, el historiador de la Iglesia, registró: “Después de hacer los negocios necesarios, José, el vidente, se dirigió a la congregación y los exhortó a permanecer firmes, esperando con ansias el final de su salvación. Las solemnidades de la eternidad reposaron sobre la congregación y, habiendo recibido previamente una revelación para ir a Ohio, deseaban saber algo más sobre este asunto. Por tanto, el Vidente consultó al Señor en presencia de toda la congregación, y así llegó la palabra del Señor”[2].

“Historical Introduction”, Revelation, 2 January 1831 [D&C 38]

[1] MacKay y Hartley, The Rise of the Latter-day Saints, 2019, pág. 31.

[2] John Whitmer, History, 1831–circa 1847, 5–6, JSP.