/ Doctrina y Convenios 17 / Comentario
Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
Casey Paul Griffiths (Académico SUD)
Tendrás una vista de las planchas. David Whitmer luego describió su experiencia con las planchas en detalle, mencionó lo siguiente:
“No solo vimos las planchas del Libro de Mormón, sino también las planchas de Bronce, las planchas del Libro de éter, las planchas que contienen los registros de la iniquidad y combinaciones secretas de la gente de esa época, y muchas otras planchas”. Era como si Oliver y yo estuviéramos sentados aquí en el tronco, cuando nos eclipsó una luz. No era como la luz del sol ni como la luz que produce el fuego, sino más gloriosa y hermosa. Se extendía a nuestro alrededor, no estoy seguro que tan lejos, pero aproximadamente hasta donde está él sentado (señalando a John C. Whitmer, sentado a unos pocos pies de él), se apareció, por así decirlo, una mesa con varios registros o planchas encima, además también las planchas del Libro de Mormón”[1].
El pectoral.Poco después de que José Smith lo recogió del cerro, Lucy Mack Smith poseía el pectoral. Ella dio la siguiente descripción:
Después de conocerlo, me entregó el pectoral del que habla en su historia. Estaba envuelto en un fino pañuelo de muselina tan delgado que se podían sentir sus proporciones sin ninguna dificultad. Era cóncavo por un lado y convexo por el otro, se extendía desde el cuello hasta el centro del estómago; destinado para un hombre de tamaño extraordinario. Tenía cuatro correas del mismo material con el fin de sujetarse al pecho, dos de las cuales corrían hacia atrás para pasar por encima de los hombros, y las otras dos estaban diseñadas para sujetarse a la cadera”. Estas correas eran del ancho de dos de mis dedos (porque los medí); y tenían agujeros en el extremo para facilitar la sujeción[2].
La espada de Labán. En el Libro de Mormón, Nefi describe la espada de Labán: “el puño era de oro puro, labrado de una manera admirable” y “la hoja era de un acero finísimo” (1 Nefi 4: 9). Nefi usó la espada como modelo para forjar las armas que creó para proteger a su pueblo (2 Nefi 5:14) y la blandió él mismo en defensa de su gente (Jacob 1:10). Más tarde, el rey Benjamín blandió la espada en la batalla (Palabras de Mormón 1:13) y se la heredó a su hijo Mosíah como una de las reliquias sagradas de los nefitas (Mosíah 1:16). En un discurso de 1877, Brigham Young compartió un relato de Oliver Cowdery, el cual describe como José y Oliver vieron la espada de Labán cuando entraron en una cueva que contenía varias planchas en el cerro de Cumorah. Brigham dijo: “La primera vez que fueron allí, la espada de Labán colgaba de la pared; pero cuando volvieron a ir, la habían bajado y puesto sobre la mesa sobre las planchas de oro; estaba desenvainada, y tenía escritas estas palabras: ‘Esta espada nunca más será envainada hasta que Los Reinos de este mundo se conviertan en el Reino de nuestro Dios y su Cristo’ ”[3].
El Urim y Tumim. Aunque José Smith pudo haber usado diferentes instrumentos en el proceso de traducción, esta mención del Urim y Tumim es probablemente una referencia a los intérpretes que se le dieron al hermano de Jared (Éter 3:23) y que luego se heredaron a los líderes proféticos entre los Nefitas (Mosíah 28:20; Alma 37:21). En la carta de Wentworth, José Smith proporciona una descripción sencilla de los intérpretes: “Junto con los registros había un instrumento extraño, que los antiguos llamaban ‘Urim y Tumim’, y que consistía en dos piedras transparentes colocadas en el borde de aros y aseguradas a un pectoral. Por medio del Urim y Tumim, traduje el registro por el don y el poder de Dios”[4].
Los directores milagrosos. La frase “directores milagrosos” es sin duda una referencia a la Liahona, descrita por Nefi como “una esfera de bronce fino, esmeradamente labrada”. Dijo además que “en la esfera había dos agujas, una de las cuales marcaba el camino que debíamos seguir por el desierto”(1 Nefi 16:10). La Liahona es parte de las otras reliquias transmitidas por los líderes nefitas (Mosíah 1:16–17; Alma 37: 1, 38–47).
[1] Sperry, Book of Mormon Compendium, 55–56.
[2] Lucy Mack Smith, History, 1845, 115–16, JSP.
[3] Complete Discourses of Brigham Young, 3136.
[4] “Church History,” 1° de Marzo de 1842, 707, JSP.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (Académico SUD)
Aunque los tres testigos dejaron la Iglesia o fueron excomulgados, todos mantuvieron su testimonio de sus experiencias durante el resto de sus vidas. Oliver Cowdery escribió una carta en noviembre de 1829, pocos meses después de ser testigo, explicando: “En estos anales que dan cuenta desde los primeros habitantes de este continente, está grabado en planchas que tienen la apariencia de oro; y que son de mano de obra muy curiosa. . . . Era un día despejado y hermoso en el que vimos los anales, nos encontrábamos lejos de cualquier habitante, en un campo remoto. Un ángel nos había hablado de ellos, después los trajo y presentó ante nosotros, ascendiendo de entre los cielos, vestido con una luz gloriosa”[1].
Oliver fue excomulgado en abril de 1838 y pasó aproximadamente una década fuera de la Iglesia. Regresó en el otoño de 1848, cuando dio un discurso escrito por Reuben Miller. Miller recordó que Oliver dijo: “Contemplé con mis ojos y toqué con mis manos las planchas de oro de las que fue transcrito. También vi con mis ojos y toqué con mis manos a los ‘santos intérpretes’. Ese libro es verdadero”.[2] Oliver murió el 3 de marzo de 1850 en Richmond, Misuri. En 1911, los líderes de la Iglesia colocaron un monumento a los Tres Testigos cerca del lugar del entierro de Oliver.
Martin Harris también se separó de la Iglesia en 1838. Antes de regresar a la Iglesia en 1870, se asoció con varios grupos cismáticos dirigidos por James J. Strang, William McClellin y otros. Luego viajó a la sede de la Iglesia y se estableció en Clarkston, Utah. William Pilkington, un joven contratado para vivir y trabajar con Harris, escribió que escuchó a Martin dar su testimonio “muchas veces”. Pilkington registró más tarde que el día antes de fallecer, Harris compartió su testimonio, e incluso le pidió a William de catorce años que sujetara su mano derecha mientras hablaba. Según Pilkington, Martin dijo:
Tan cierto como poder ver el sol brillar durante el día, tan cierto es que estuve frente a un ángel de Dios junto a José Smith, y lo vimos sostener las planchas de oro en sus manos. También vi el urim y tumim, el pectoral, la espada de Labán. Vi al ángel descender de los cielos; los vi abrirse, y escuché la voz de Dios declarar que todo lo que el ángel nos había dicho era verdad, y que el Libro de Mormón fue traducido correctamente. La voz de Dios me ordenó que testificara al mundo entero lo que había visto y oído”[3].
Martin murió el 9 de julio de 1875 y fue enterrado en Clarkston, Utah. Sobre su tumba se levanta un pequeño obelisco con una placa de metal, grabado con el testimonio de los tres testigos.
David Whitmer fue el más longevo y el más entrevistado de los tres testigos. Nunca regresó a la Iglesia pero en decenas de ocasiones compartió su testimonio de la experiencia con el ángel. En 1887, el año antes de su muerte, David publicó un discurso al mundo entero, en el que escribió:
Se ha publicado en la Enciclopedia Americana y en la Enciclopedia Británica, que yo, David Whitmer, negué mi testimonio como uno de los tres testigos de la divinidad del Libro de Mormón, y que los otros dos testigos restantes, Oliver Cowdery y Martin Harris, negaron también su testimonio de ese libro. Voy a repetir una vez más a toda la humanidad que jamás he negado ese testimonio ni parte de él. Además, testifico al mundo que ni Oliver Cowdery ni Martin Harris han negado en ningún momento su testimonio. Ambos murieron reafirmando la veracidad de la autenticidad divina del Libro de Mormón Estuve presente en el lecho de muerte de Oliver Cowdery, y sus últimas palabras fueron: ‘Hermano David, sea fiel a su testimonio del Libro de Mormón’ ”[4].
David Whitmer murió el 25 de enero de 1888 en Richmond, Misuri. En su lápida en el cementerio de Richmond están grabadas las palabras: “Los anales de los judíos y los anales de los nefitas son uno mismo. La verdad es eterna”.
Además de estos tres testigos, vale la pena mencionar a la única mujer que el ángel le mostró las planchas. John C. Whitmer, nieto de Mary Musselman Whitmer, registró lo siguiente:
Escuché a mi abuela (Mary Musselman Whitmer) en varias ocasiones mencionar que un ángel santo le mostró las planchas del libro de Mormón; ella siempre lo llamó hermano Nefi. (Sin duda ella se refería a Moroni, el ángel que tenía las planchas en su posesión). Ella dijo que sucedió en el momento que se realizaba la traducción en la casa de su esposo, el élder Peter Whitmer. Joseph Smith se alojaba en el hogar de la familia Whitmer, junto a su esposa y Oliver Cowdery, a quien David Whitmer había traído poco tiempo antes desde Harmony, Pensilvania. Mi abuela a menudo se sentía sobrecargada de trabajo al tener tantas personas adicionales de las que cuidar, además de su propia familia numerosa, hasta tal punto que sentía que eran una gran carga.
Una noche, (después de haber hecho su trabajo habitual en la casa) cuando fue al establo a ordeñar las vacas, se topó con un ser extraño que llevaba algo que parecía una mochila en la espalda. Al principio ella le tuvo un poco de miedo, pero cuando él le habló en un tono amable y amistoso, y comenzó a explicarle la naturaleza del trabajo que se realizaba en su casa, se sintió invadida por una alegría y satisfacción inefables. Luego desató su mochila y le mostró un paquete de planchas que, en tamaño y apariencia, correspondían con la descripción dada posteriormente por los testigos del Libro de Mormón. Esta extraña persona pasó hoja tras hoja las páginas del libro de planchas, y le mostró los grabados de estas. Después le dijo que fuera paciente y fiel en soportar la carga un poco más, le prometió que si lo hacía, ella sería bendecida y su recompensa sería segura si se mostraba fiel hasta el final.
Este ser desapareció repentinamente con las planchas, y ella no supo adónde fue. A partir de ese momento mi abuela pudo realizar las tareas domésticas con relativa facilidad, y no sintió necesidad de quejarse porque su trabajo era duro. Yo sé que mi abuela era una mujer buena, noble y veraz, y no tengo la menor duda sobre la veracidad de su afirmación acerca de ver las planchas con sus propios ojos. Creyó firmemente en el Libro de Mormón hasta el día de su muerte[5].
[1] Documentary History of the Book of Mormon, 374–75.
[2] “Last Days of Oliver Cowdery,” Deseret News, April 13, 1859.
[3] Documentary History of the Book of Mormon, 402–403.
[4] Address to All Believers in Christ, 8.
[5] LDS Biographical Encyclopedia, Andrew Jenson, 1:283.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
COPYRIGHT 2020 BOOK OF MORMON CENTRAL: A NON-PROFIT ORGANIZATION. ALL RIGHTS RESERVED. REGISTERED 501(C)(3). EIN: 20-5294264