Comentario sobre DyC 21

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Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

1-3

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

Esta revelación contiene el primer mandamiento de mantener una historia oficial, el comienzo de la vasta empresa histórica de la Iglesia y cinco títulos asociados con el Presidente de la Iglesia: un vidente, un traductor, un profeta, un apóstol de Jesucristo y un élder de la Iglesia.

 

Hablando sobre la función del vidente, el élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Un vidente es aquel que ve con ojos espirituales. Percibe el significado de aquello que a los demás les parece oscuro; por tanto, es intérprete y clarificador de la verdad eterna. […] En resumen, es quien ve, quien camina en la luz del Señor con ojos abiertos [véase Mosíah 8:15–17]”[1]. El Libro de Mormón explica además: “un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio todas las cosas serán reveladas, o mejor dicho, las cosas secretas serán manifestadas, y las cosas ocultas saldrán a la luz; y lo que no es sabido, ellos lo darán a conocer; y también manifestarán cosas que de otra manera no se podrían saber”(Mosíah 8:17).

 

La función del presidente como traductor fue utilizada por primera vez por José Smith en la publicación del Libro de Mormón. Como parte de su ministerio profético, José también fue llamado a producir una nueva traducción del Antiguo y Nuevo Testamento y comenzó esta obra en junio de 1830, poco después de la organización de la Iglesia. José completó el proceso inicial de traducción del Antiguo y Nuevo Testamento en julio de 1833, aunque continuó trabajando en el proyecto durante el resto de su vida.[2] Además, también tradujo el libro de Abraham a principios de 1835, completando secciones adicionales de la traducción en 1842.[3]

 

El Presidente de la Iglesia también es profeta. Según la Guía para el Estudio de las Escrituras, un profeta es “”una persona que ha sido llamada por Dios y habla por él””. La entrada continúa: “Como mensajero de Dios, un profeta recibe mandamientos, profecías y revelaciones de Dios. Su responsabilidad es dar a conocer la voluntad de Dios y su verdadero carácter a la humanidad y mostrar el significado de su trato con ellos. Un profeta denuncia el pecado y predice sus consecuencias. Es un predicador de la justicia. En ocasiones, los profetas pueden ser inspirados para predecir el futuro en beneficio de la humanidad. Sin embargo, su principal responsabilidad es dar testimonio de Cristo[4].

 

Los dos títulos restantes de élder y apóstol están conectados, pero uno denota autoridad mientras que el otro se basa en ser un testigo especial. El Señor les dio autoridad a José y a Oliver cuando los designó como el primer y segundo élder de la Iglesia, los cargos más altos de la Iglesia en ese momento (DyC 20:2), y eran apóstoles en el sentido de que eran testigos especiales de Jesucristo y su ministerio de los últimos días. Habían sido testigos del ministerio de los ángeles, habían visto los dones y el poder de Dios mediante la traducción del Libro de Mormón y habían recibido la autoridad del sacerdocio a través de mensajeros divinos. Tanto José como Oliver fueron oficialmente ordenados élderes en la primera reunión de la Iglesia, lo que habría sido innecesario si ya hubieran sido ordenados para el oficio de apóstol.[5]

 

[1] Pruebas y reconciliaciones, 1960, 258.

[2] Revisión 2 del Antiguo Testamento, 119, JSP.

[3] Véase “José Smith como revelador y traductor”, JSP.

[4] Guía para las Escrituras, “Profeta”, énfasis agregado.

[5] JS History, vol. A-1, 37, JSP.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

4-8

Casey Paul Griffiths (académico SUD)


Mientras que la primera parte de esta revelación describe el papel que desempeña el profeta, esta sección perfila el papel que desempeñan los miembros de la Iglesia. En el sentido más simple, el Señor espera que los miembros de la Iglesia presten atención a las palabras y a los mandamientos de los profetas vivientes y de las Sagradas Escrituras, para que así procuren caminar en santidad ante Dios. Los profetas y apóstoles nos ayudan a caminar en santidad ante Dios al proporcionarnos la dirección que nos guía hacía el Señor, y al describirnos los requisitos necesarios para recibir las bendiciones por medio de sagrados convenios y ordenanzas.


Particularmente, el Señor le pide a los santos que reciban estas cosas “con toda fe y paciencia” (versículo 5). Mientras Dieter F. Uchtdorf servía como consejero en la Primera Presidencia, enseñó: “La paciencia —la capacidad de aplazar por un tiempo nuestros deseos— es una virtud preciada e inusual. Queremos lo que queremos y lo queremos ya. Por tanto, la idea en sí de la paciencia puede parecer desagradable y, a veces, amarga. No obstante, sin paciencia no podemos agradar a Dios; no podemos llegar a ser perfectos. De hecho, la paciencia es un proceso purificador que refina el entendimiento, aumenta la felicidad, centra la acción y ofrece la esperanza de la paz”.[1] Cuando los profetas o apóstoles enseñan o anuncian normas que no concuerdan con puntos de vista y sentimientos, el Señor espera que aceptemos las enseñanzas o normas con paciencia, y trabajemos con fe para lograr la comprensión de estas.


[1] “Continuemos con paciencia”, Conferencia General de abril de 2010.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

9-12

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

En la última parte de esta revelación, Oliver Cowdery es designado como el “primer predicador de esta iglesia”. A pesar de que en la última parte de su ministerio profético, José Smith se convirtió en un predicador poderoso y persuasivo, al principio de la Restauración no confiaba en sus habilidades para hablar en público. A menudo él delegaba a Oliver Cowdery y después a Sidney Rigdon para que pronunciaran los discursos públicos de la Iglesia, eran hombres a los que el Señor les había otorgado poderosas habilidades para hablar.

 

Como se indica en la revelación, a Oliver se le proporcionó la responsabilidad de predicar el primer sermón público de cualquier miembro de la Iglesia. La historia de José Smith registra: “El domingo 11 de abril de 1830, Oliver Cowdery predicó el primer discurso público, el cual fue proporcionado por alguien nuestros miembros. Nuestra reunión se llevó a cabo con cita previa en la casa del Sr. Whitmer [Peter Whitmer, padre], en Fayette, asistieron un gran número de personas, y el mismo día fueron bautizados”. Después de la reunión, Oliver bautizó a varias personas, incluidos Hiram Page, Katherine Whitmer, Jacob Whitmer, Mary Musselman Whitmer y Elizabeth Whitmer (la futura esposa de Oliver), en Seneca Lake[1].

 

[1] JS History, vol. A-1, 39.

(El minuto de Doctrina y Convenios)