Comentario sobre DyC 25

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Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

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Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

La mayor parte de Doctrina y Convenios se dirige simplemente a todas las personas, sin ninguna especificación sobre el género. Al mismo tiempo, muchos de los amigos y familiares de José Smith solicitaron revelaciones personales dirigidas únicamente a ellos. Esta es la única revelación de Doctrina y Convenios que se le da específicamente a una mujer. Debido a su naturaleza única, se dice que es una revelación para todas las mujeres de la Iglesia.

 

El presidente Gordon B. Hinckley enseñó lo siguiente

 

Quiero que recuerdes la maravillosa revelación dada por medio del profeta José Smith a su esposa Emma y que se puede aplicar a toda mujer en la Iglesia, porque al concluir esta revelación, el Señor dijo que ‘… esta es mi voz a todos’. En el primer versículo de esta revelación, el Señor declara que ‘… todos los que reciben mi evangelio son hijos e hijas en mi reino’. Estas palabras de promesa divina son maravillosas y verdaderas. La revelación que sigue a estas palabras iniciales esta repleta de consejos, alabanza, instrucción y promesas para Emma Smith y para toda mujer que escuche la palabra del Señor según El lo ha establecido[1].

[1] “Hijas de Dios”, Conferencia General de octubre de 1991.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

2-3

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

¿Por qué el Señor llamó a Emma una “dama elegida”? (v.3). Doce años después de que se diera esta revelación, José Smith explicó el significado de esta profecía en la primera reunión de la Sociedad de Socorro. Según las actas de la Sociedad de Socorro de Nauvoo, “el presidente Smith leyó a Emma Smith la revelación del libro de Doctrina y Convenios; y declaró que fue ordenada en el momento en que se dio la revelación para exponer las Escrituras a todos; y enseñar a la parte femenina de la comunidad”[1]. El diario de José Smith registra que él “[Enseñó] mucho, [leyó] el Nuevo Testamento, y el Libro de Doctrina y Convenios, respecto a la dama elegida, y les [mostró] que ser elegido significa ser escogido para cierta obra… y que la revelación se había cumplido con la elección de la hermana Emma a la presidencia de la Sociedad, habiendo sido ella previamente ordenada para explicar las Escrituras”.[2]. José también agregó “que no solo [Emma], sino otros, pueden alcanzar las mismas bendiciones ” que se encuentran en esta revelación[3].

 

[1] Nauvoo Relief Society Minute Book, 125, JSP.

[2] JS Journal, diciembre de 1841 a diciembre de 1842, 91, JSP.

[3] Nauvoo RS Minute Book, 8, JSP.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

4-6

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

Emma fue una de las figuras más importantes en el proceso de elaboración del Libro de Mormón. Durante las primeras etapas de la traducción, se desempeñó como la escriba de José. Durante las dificultades que rodearon al manuscrito perdido, Emma sirvió como una constante fuente de apoyo para el profeta. Por el resto de sus días, Emma creyó de corazón en el Libro de Mormón.

 

En una entrevista con su hijo, José III, comentó: “Mi creencia es que el Libro de Mormón es de autenticidad divina; no tengo la más mínima duda al respecto. Estoy convencida de que ningún hombre habría podido dictar los manuscritos si no hubiese sido inspirado, pues, cuando yo fui escriba [de José], [José] me dictaba hora tras hora; y cuando retomábamos la labor tras las comidas o tras una interrupción, inmediatamente comenzaba donde lo había dejado, sin siquiera ver el manuscrito ni hacer que se le leyese parte alguna de este. Así es como lo hacía usualmente. Habría sido improbable que un hombre instruido pudiera hacer eso; y para alguien con tan poco conocimiento y sin instrucción formal como era él, era básicamente imposible”.

 

Sin embargo, Emma no fue elegida para ser uno de los testigos del Libro de Mormón y tampoco vio las planchas. Más tarde destacó: “Las planchas solían estar sobre la mesa, sin ánimo alguno de ocultarlas, envueltas en un mantel pequeño de lino que yo le había proporcionado para que las cubriera. En una ocasión pude tocarlas mientras así se encontraban sobre la mesa, y palpé su contorno y forma. Parecían ser maleables como papel grueso, y hacían un sonido metálico cuando las orillas se movían con los dedos, como cuando uno pasa los dedos por las orillas de un libro”[1].

 

El consejo del Señor para Emma diciéndole que acompañe a José “cuando salga” es probablemente una referencia a la creciente tensión con la familia de Emma por el llamado profético de José. El tío de Emma, Nathaniel Lewis, fue un ministro metodista y líder de las persecuciones que se opusieron a José durante esta época. El padre de Emma, Isaac Hale, también se mostró en contra de la obra, y tiempo después se refirió al Libro de Mormón como “una patraña llena de falsedad y maldad”. En agosto de 1833, un mes después de que esta revelación fue dada, debido a la persecución José y Emma abandonaron Harmony, Pensilvania. Emma nunca volvió a ver a su familia[2].

 

[1] “Last Testimony of Sister Emma”, Saint’s Herald, vol. 26, no. 19, 289.

[2] Documentary History of the Book of Mormon, 2019, págs. 80-83.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

7-11

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

A Emma se le dio un papel activo que desempeñar en la Iglesia, el cual realizó cuando sirvió como presidenta de la Sociedad de Socorro de Nauvoo. Entre sus otros deberes, los cuales le fueron dados por el Señor, estaba el de compilar una selección de himnos sagrados (v.11). Cinco años después de recibir esta revelación, Emma publicó el primer himnario de los Santos de los Últimos Días. El himnario contenía el texto de noventa himnos, divididos en secciones tituladas “Himnos sagrados”, “Himnos matutinos”, “Himnos vespertinos”, “Himnos de despedida”, “Para bautismo”, “Para los sacramentos”, “Para matrimonio” y “Temas varios”.

 

Muchos de los himnos utilizados en el primer himnario, como “El Espíritu de Dios” y “Oh Dios de Israel” fueron escritos por W. W. Phelps, y los Santos de los Últimos Días aún los utilizan en todo el mundo. Otros himnos como “O Stop and Tell Me, Red Man” (Oh detente y dime, hombre rojo) ya no se usan. El himnario también adaptó algunos de los himnos favoritos de todos los cristianos, como “¡Regocijad! Jesús nació”” de Handel. En el texto del himnario Santo de los Últimos Días, las palabras originales de “¡Regocijad! Jesús nació” fueron adaptadas para leerse “Jesús vendrá” en lugar de “Jesús nació”, y en lugar de “el cielo y la naturaleza cantan” el el texto dice “a recibir al Rey”.

 

El primer himnario, aunque era de tamaño pequeño, lanzó la gran tradición de adoración de los Santos de los Últimos Días a través de la música. El segundo himnario, el cual fue publicado en Nauvoo en 1841, incluía 304 himnos, casi tres veces más que el anterior. Actualmente los Santos de los Últimos Días continúan adorando a Jesucristo a través del canto, y compilando música y poesía que reflejen las creencias únicas del Evangelio restaurado.19 Todo esto surgió del consejo que el Señor le dio a Emma Smith: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza” (v.12).

 

Véase la introducción histórica, “Collection of Sacred Hymns, 1835”, The Joseph Smith Papers, consultado el 6 de noviembre de 2020, https://www.josephsmithpapers.org/paper-summary/collection-of-sacred-hymns-1835/132.

 

(El minuto de Doctrina y Convenios)

12

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

En la introducción al himnario de la Iglesia de 1985, la Primera Presidencia enseñó: “La música es una parte esencial de nuestras reuniones de la Iglesia. Los himnos invitan la presencia del Espíritu del Señor, inducen a la reverencia, nos ayudan a sentirnos más unidos y nos dan la oportunidad de alabar al Señor. El canto de los himnos muchas veces es en sí un elocuente sermón. Los himnos nos instan a arrepentirnos y a hacer buenas obras, fortalecen nuestro testimonio y nuestra fe, nos consuelan cuando nos sentimos tristes o desesperanzados y nos inspiran a perseverar hasta el fin”[1].

 

[1] Himnos, 1985, ix.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

13-16

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

Al final de la bendición, el Señor le da consejos y advertencias a Emma. En diferentes momentos de la historia de la Iglesia, Emma ha sido tanto denigrada como venerada. En lugar de elegirla en cualquiera de estas formas simplificadas, es mejor aceptar la complejidad que rodeó a Emma Smith. Durante su matrimonio con José, soportó una inmensa adversidad y persecución. Es comprensible que tuviera problemas con la introducción y la práctica del matrimonio plural (véase Doctrina y Convenios 132). Ella eligió no unirse a los Santos en su éxodo hacia el oeste, pero siguió siendo un testigo fiel del inicio de la historia de la Iglesia, especialmente la milagrosa aparición del Libro de Mormón. Ella era un ser humano imperfecto y luchador que soportó y superó sus pruebas a través de la fuerza de su fe.

 

Las persecuciones que sufrió le causaron un trauma que permaneció con ella hasta el final de su vida. Según un visitante que le habló más tarde en su vida, Emma comentó: “Siempre he evitado hablar con mis hijos acerca de tener algo que hacer en la Iglesia, porque he sufrido tanto que temí que ellos pasaran por lo mismo”[1]. Al mismo tiempo, lo que Emma soportó la hizo querer a quienes la rodeaban. Lucy Mack Smith, hablando del coraje de Emma, comentó: “Nunca he visto otra mujer que soportara toda especie de fatiga y tribulación, mes tras mes, año tras año, con el valor, el celo y la paciencia inquebrantables, como ella lo ha hecho siempre; porque sé lo que ha tenido que soportar; ha sido zarandeada en el océano de la incertidumbre, ha hecho frente a las tormentas de la persecución y ha soportado la ira de hombres y demonios, algo que habría destruido a cualquier otra mujer”[2].

 

José Smith vio a Emma como su fiel compañera a través de las aflicciones de su ministerio profético. Cerca del final de su vida, comentó: “[C]on qué indecible deleite y qué éxtasis de gozo me llenó el pecho aquella noche, al tomar de la mano a mi amada Emma, mi esposa, la esposa de mi juventud y la escogida de mi corazón. Muchas fueron las reflexiones que cruzaron mi mente al contemplar por un momento las varias escenas por las que fuimos llamados a pasar, las fatigas y los trabajos, las aflicciones y los sufrimientos, y los gozos y consuelos que, de vez en cuando, atravesaron nuestra senda y coronaron nuestra vida. ¡Ah! qué combinación de pensamientos me llenaron la mente en aquel momento, al verla otra vez allí… fuerte, firme, resuelta, ¡mi inquebrantable y amorosa Emma!”[3].

 

[1] Citado en Newell y Avery, Mormon Enigma, 1984, 269.

[2] Lucy Mack Smith, History, 1845, 190, JSP.

[2] JS Journal, diciembre de 1841 – diciembre de 1842, 164, JSP.

(El minuto de Doctrina y Convenios)