Comentario sobre DyC 35

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Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

1-2

Casey Paul Griffiths (académico SUD)


El libro Lectures on Faith, que Sidney Rigdon ayudó a escribir, usa la secuencia establecida en estos versículos para describir la misión de Jesucristo y cómo Él ayuda a hombres y mujeres a convertirse en hijos e hijas de Dios. La lección cinco enseña lo siguiente:


El Hijo, que estaba en el seno del Padre, personaje de tabernáculo, hecho o modelado como hombre, o siendo en forma y semejanza de hombre, o, mejor dicho, el hombre fue formado a su semejanza y a su imagen; el Hijo es también la expresa imagen y semejanza del Padre, poseyendo toda la plenitud del Padre, o la misma plenitud con el Padre, habiendo sido engendrado por Él y ordenado desde antes de la fundación del mundo para ser una ofrenda por los pecados de todos aquellos que creyeran en Su nombre. Y es llamado el Hijo por la carne; y descendió en sufrimiento más abajo de lo que el hombre puede sufrir, o, en otras palabras, sufrió el más grande sufrimiento, y fue expuesto a contradicciones más poderosas de lo que el hombre es capaz.

Más no obstante todo eso, Él guardó la ley de Dios y permaneció sin pecado, mostrando con ello que, con su gracia, mantenerse sin pecado y guardar la ley está dentro del poder de los hombres. Y también que a través de Él un justo juicio pudiera venir a toda carne, y que todos aquellos que no anduviesen en la ley de Dios, pudieran ser condenados justamente por esa ley y no tener excusa alguna para sus pecados. Y Él, siendo el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, y habiendo vencido, recibió la plenitud de la gloria del Padre, poseyendo la misma mente con el Padre, la cual mente es el Santo Espíritu que testifica del Padre y del Hijo.. . . .

La lectura continúa: “Y todos ellos, quienes guardan sus mandamientos, crecerán de gracia en gracia y llegarán a ser herederos del reino del cielo, y coherederos con Jesucristo, poseyendo la misma mente, siendo transformados en la misma imagen y semejanza, aun la expresa imagen de aquel que llena todo en todo, siendo llevados con la plenitud de su gloria y llegando a ser Uno con Él, así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno”[1].


[1] Doctrina y convenios, 1835, 53-53, JSP.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

3-12

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

El Señor mismo testificó que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la “única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra” (DyC 1:30). Sin embargo, esto no significa que los Santos de los Últimos Días tengan un monopolio en la inspiración, la influencia del Espíritu Santo, milagros, señales y prodigios: “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos”[1] . Las palabras del Señor a Sidney Rigdon demuestran que el Salvador obra e inspira a personas de todas las religiones, no solo a los Santos de los Últimos Días. Este principio fue afirmado en una declaración hecha por la Primera Presidencia en 1978:

 

Basado en revelaciones antiguas y modernas, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enseña y declara con gusto la doctrina cristiana de que todos los hombres y mujeres son hermanos y hermanas, no solo por parentesco consanguíneo común de progenitores mortales, sino también literalmente como hijos espirituales de un Padre Eterno.

Los grandes líderes religiosos del mundo como Mahoma, Confucio y los reformadores, también filósofos como Sócrates, Platón y otros, recibieron una porción de la luz de Dios. Dios les dio las verdades morales para iluminar a naciones enteras y brindar un mayor nivel de comprensión a las personas. Los profetas hebreos prepararon el camino para la venida de Jesucristo, el Mesías prometido, quien debería proporcionar la salvación a toda la humanidad que cree en el evangelio. De acuerdo con estas verdades, creemos que Dios ha dado y dará a todos los pueblos el conocimiento suficiente para ayudarlos en su camino hacia la salvación eterna, ya sea en esta vida o en la venidera.

También declaramos que el evangelio de Jesucristo, restaurado a Su Iglesia en nuestros días, proporciona el único camino a una vida terrenal de felicidad y plenitud de gozo para siempre. Para aquellos que no han recibido este evangelio, la oportunidad les llegará en esta vida, o si no en la vida venidera. Por lo tanto, nuestro mensaje es de especial amor y preocupación por el bienestar eterno de todos los hombres y mujeres, independientemente de sus creencias religiosas, raza o nacionalidad, sabiendo que somos verdaderamente hermanos y hermanas porque somos hijos e hijas del mismo Padre Eterno” (First Presidency Statement, 15 de febrero de 1978).

[1] La Proclamación para la Familia, 1995, párrafo 2.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

13-16

Casey Paul Griffiths (académico SUD)


En la edición de 2013 de Doctrina y Convenios, la palabra apalear fue reemplazada por trillar. Este cambio concuerda con las primeras versiones de la revelación publicadas en El Libro de Mandamientos de 1833 y la primera edición de Doctrina y Convenios[1]. En la época de José Smith apalear o trillar habría tenido el mismo significado, que significa específicamente “sacar el grano de la cáscara o el pericarpio con un mayal”.[2] Apalear o trillar era una práctica agrícola destinada a separar las partes útiles de las inútiles de una planta.


En los años transcurridos desde que se publicó la revelación, la palabra apalear ha adquirido un nuevo significado, específicamente “golpear profundamente como castigo; azotar” o, alternativamente, “derrotar completamente”.[3] La palabra original usada en la revelación, trillar, capta con mayor precisión la instrucción del Señor para Sidney y para otros misioneros llamados en los últimos días. El objetivo de los misioneros no es golpear o azotar a fondo a sus oponentes, sino simplemente separar a los elegidos de aquellos que optarán por no escuchar la voz del Señor (DyC 29:7). Aquellos que escogen escuchar la voz del Señor quedan “en manos del Señor de la cosecha, y son suyas, y las levantará en el postrer día”(Alma 26:7).


[1] véase Book of Commandments, 1833, p. 77; Doctrine and Covenants, 1835, 117, JSP.

[2] “Thrash”, American Dictionary of the English Language, 1828, consultado el 27 de noviembre de 2020.

[3] “Thrash”, Dictionary.com, consultado el 27 de noviembre de 2020.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

17-19

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

En estos versículos, el Señor afirma que las llaves del reino están en manos de José Smith (DyC 28:7). Más tarde, cuando se organizó la Primera Presidencia original de esta dispensación, a Sidney Rigdon, quien fue elegido Primer Consejero, se le dijo que se le “considera igual que a [José Smith] en la posesión de las llaves de este último reino” (DyC 90:6). Hoy en día, los tres miembros de la Primera Presidencia poseen las llaves necesarias para dirigir la Iglesia, aunque el Presidente de la Iglesia, como presidente, tiene el poder de dirigir el uso de las llaves.

 

En una revelación posterior, se reveló que el Cuórum de los Doce y los Cuórums de los Setenta ocupaban una posición “igual en autoridad y poder” a la Primera Presidencia (DyC 107:23–26). En la misma revelación, se indica a los Doce que actúen “bajo la dirección de la Presidencia de la iglesia” y a los Setenta “bajo la dirección de los Doce” (DyC 107:33–34). Este sistema permite a los Doce dirigir la Iglesia en ausencia de una Primera Presidencia, lo que justifica su igual autoridad, pero los coloca bajo la dirección de la Primera Presidencia cuando están plenamente constituidos.

 

Cerca del final de su vida, José Smith se reunió con el Quórum de los Doce y les otorgó todas las llaves del sacerdocio. Orson Hyde, miembro de los Doce durante este tiempo, recordó más tarde lo siguiente:

 

“Nos reunimos en consejo con el hermano José casi todos los días, durante varias semanas. En una de esas reuniones, nos dijo, ‘Algo está por suceder; no sé qué es, pero el Señor me induce a que me apresure a daros la investidura antes de que se termine el templo’. Nos dirigió a través de cada una de las ordenanzas del Santo Sacerdocio, y una vez que terminó todas las ordenanzas se regocijó en extremo y dijo: ‘Ahora, si me matan, ya tenéis todas las llaves y todas las ordenanzas y podéis conferirlas a otros; y las huestes de Satanás no podrán destruir el reino con la misma rapidez con que vosotros seréis capaces de edificarlo. Y ahora dice que él sobre sus hombros tendrá la responsabilidad de guiar a este pueblo correctamente, porque el Señor me dejará descansar un rato[1].

En la actualidad, todos los miembros de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce poseen las llaves necesarias para dirigir la Iglesia, aunque todos actúan bajo la dirección del Presidente de la Iglesia y de acuerdo con la jerarquía que se explica en Doctrina y Convenios.

 

[1] “Trial of Elder Rigdon,” Times and Seasons 5:651, Sept.15, 1844.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

20-27

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

Se le dio el mandamiento a Sidney que escribiera por José; este mandamiento se refiere al proyecto en el que José se había embarcado unos meses antes, el cual consistía en traducir la Biblia. Oliver Cowdery y John Whitmer habían actuado anteriormente como escribas, pero ambos habían recibido el llamamiento para desempeñar distintas responsabilidades. La mayoría de los borradores originales de la traducción de la Biblia se encuentran escritos a mano por Sidney Rigdon. Parece que la primera revelación en la que Sidney sirvió como escriba fue en la traducción inspirada de Génesis, la cual ahora es conocida como Moisés 7, en La Perla de Gran Precio[1].

 

Los registros históricos de José Smith de este tiempo,

 

Puede ser algo bueno el notar aquí, que el Señor alentó mucho y fortaleció la fe de su pequeño rebaño, el cual había aceptado la plenitud del evangelio sempiterno, como se les fue revelado en el Libro de Mormón, al darles información más detallada sobre las Escrituras, de la cual su traducción ya había comenzado. A menudo ocurrían muchas conjeturas y conversaciones entre los Santos, las cuales eran acerca de los libros mencionados y referidos en diferentes secciones del Antiguo y Nuevo Testamento, los cuales actualmente no se encuentran en ninguna parte. Lo que se comentaba con más frecuencia era que son “libros perdidos”; pero parece que las iglesias apostólicas tenían algunos de estos escritos, tal como Judas menciona o cita la profecía de Enoc, la séptima generación desde Adán. Para alegría del pequeño rebaño, que en total, desde Colesville hasta Canandaigua, contaba con unos setenta miembros, el Señor reveló los siguientes hechos de la antigüedad de la profecía de Enoc[2].

[1] Robert J. Matthews, Joseph Smith’s Translation of the Bible, 1985, 29.

[2] JS History, vol. A-1, 80–81, JSP.

(El Minuto de Doctrina y Convenios)