Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Esta revelación trata de un pasaje del Nuevo Testamento que puede ser difícil de entender para los lectores de la actualidad. En contexto, Pablo comenta sobre el tema de sí una mujer casada con un no creyente debe continuar en su matrimonio. Pablo sintió que el cónyuge creyente no debería iniciar un proceso de divorcio, pero en caso de que el cónyuge no creyente quisiera terminar el matrimonio, el creyente no debería sentirse obligado a permanecer en la unión. El razonamiento de Pablo para esto se resumió como: “Porque, ¿Cómo sabes, oh mujer, si quizá salvarás a tu marido? O, ¿Cómo sabes, oh marido, si quizá salvarás a tu esposa?”[1]
La cuestión de un matrimonio de fe mixta se vuelve especialmente delicada cuando se trata de los niños. El uso que hace Pablo de la palabra impuro en 1 Corintios 7 se refiere a que los niños no fueron criados en una relación adecuada con el Señor. Según Pablo, es más probable que se desarrolle una relación santificadora con Dios entre los niños con un padre creyente en el hogar porque, independientemente de las creencias del cónyuge, los principios de una vida familiar feliz son los mismos: “Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes”[2].
Sin embargo, Pablo también reconoció que, aunque los principios de una familia feliz son los mismos, los creyentes deben establecer límites con respecto a con quién se casarán. Por ejemplo, criar a un niño dentro de la ley de Moisés y la ley de Cristo no era posible, porque las leyes a menudo se contradecían entre sí. Por lo tanto, Pablo aconsejó que los creyentes cristianos no deberían casarse con creyentes judíos a menos que estuvieran de acuerdo en no obligar a sus hijos a vivir bajo la ley de Moisés. La revelación señala que este consejo vino de Pablo “no del Señor, sino de sí mismo” (DyC 74:5). Esto no significa que Pablo estaba contradiciendo la voluntad del Señor, sino que estaba brindando consejo por su propia cuenta. Aún así, es prudente que los miembros de la Iglesia que están en matrimonios de fe mixta conversen y establezcan expectativas claras con sus cónyuges sobre la educación religiosa de sus hijos. La falta de comunicación sobre este asunto puede ser la fuente de mucha angustia para aquellos en matrimonios de fe mixta.
[1] 1 Corinthians 7:14, The New Testament: A Translation for Latter-day Saints,Thomas A. Wayment, translator, 2019.
[2] La Familia: Una Proclamación para el Mundo, 1995, párrafo 7.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Las enseñanzas de Pablo en este pasaje de Corintios se usaron con frecuencia para apoyar la doctrina del bautismo de niños. Según un teólogo moderno: “Con la excepción del pasaje de las Escrituras donde Jesús bendice a los niños pequeños, ningún pasaje ha sido sometido a una contribución más laboriosa para servir a la causa del bautismo de niños que este [1 Corintios 7:14]”[1]. La enseñanza de que los niños pequeños que aún no habían alcanzado la edad de responsabilidad (DyC 68:27) deben bautizarse está fuertemente refutada en las Escrituras. En el Libro de Mormón, el profeta Mormón llamo al bautismo de los niños pequeños un “craso error” y declaró que “es una solemne burla ante Dios que bauticéis a los niños pequeños” (Moroni 8:6, 9).
Aproximadamente en el tiempo en que se recibió esta revelación, el Señor instruyó a la Iglesia que los niños deberían ser bendecidos en la Iglesia, pero que “[n]adie puede ser recibido en la Iglesia de Cristo a no ser que haya llegado a la edad de responsabilidad ante Dios, y sea capaz de arrepentirse” (DyC 20:70–71). José Smith mantuvo esta enseñanza durante toda su vida. En un discurso de 1842, declaró: “La doctrina de bautizar a los niños, o rociarlos con agua, para que no sufran en el infierno, es una doctrina falsa, no fundada en las Santas Escrituras, y no concuerda con la naturaleza de Dios. Todos los niños son redimidos por la sangre de Jesucristo, y en el momento en que salen de este mundo son llevados al seno de Abraham”[2].
[1] Paul K. Jewett, Infant Baptism and the Covenant of Grace, p. 122, citado en “Explanation of Scripture, 1830 [DyC 74], nota al pie. 1, JSP.
[2] Times and Seasons, 15 April 1842, p. 751, JSP.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
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