Comentario sobre DyC 99

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Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

1-8

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

 

En la sección 99, John Murdock es llamado a servir como misionero, pero se le instruye que primero provea para sus hijos y prepare todo para que viajen a Sion. La situación de los hijos de John era compleja en el momento en que se dio esta revelación. La familia que cuidaba a su hijo mayor, Orrice, había abandonado la Iglesia e insistieron en que John debía pagarles por cuidar de él. La familia que cuidaba a su siguiente hijo, John, se había mudado a Misuri, y la familia que cuidaba a su hija Phebe le dijo a John que “no quería seguir cuidándola” y también exigió un pago. La otra hija de John, Julia, estaba sana y bien al cuidado de José y Emma Smith, pero su último hijo, Joseph, había fallecido. “Mi hijito Joseph había muerto”, registró John con dolor. “Cuando un populacho de Hiram sacó de la cama al Profeta, el niño, que tenía el sarampión, estaba con él en la cama. Cuando arrancaron la sábana, el niño se enfrió y murió”. Al escribir sobre el populacho responsable de la muerte de su hijo, John simplemente escribió: “Están en manos del Señor”[1].

 

John pasó dos meses en Kirtland haciendo arreglos para sus hijos antes de cumplir su llamamiento de servir en los estados del este. Sus hijos viajaron a Sion con Caleb Baldwin. Allí fueron puestos al cuidado de Edward Partridge, el obispo de la Iglesia en Misuri. Pasaron dos años antes de que John se reuniera con ellos. Cuando John llegó a Misuri como parte del Campo de Sion, le dijeron que su hija Phebe, que entonces tenía solo seis años, estaba gravemente enferma de cólera. Más tarde escribió: “Había dejado a todos mis hijos con buena salud, pero el destructor comenzó su obra”[2]. John continuó: “Inmediatamente fui y cuidé de ella hasta el 6 de julio [de 1834] cuando el Espíritu dejó su cuerpo justo al amanecer, con 6 años, 3 meses y 27 días de edad”[3]. Los dos hijos mayores de John vivieron hasta la edad adulta y sirvieron honorablemente en la Iglesia.

 

Doctrina y Convenios 99 también contiene una promesa del Salvador a John: “[E]l que te reciba, me recibe a mí” (DyC 99:2). John se había convertido en un verdadero testigo de Jesucristo solo unos meses antes. Durante las reuniones de la Escuela de los Profetas en la primavera de 1833, John registró una visión en su diario:

 

En una de [nuestras reuniones de oración], el Profeta nos dijo que si podíamos humillarnos ante Dios, y ejercer una fe potente, veríamos la faz del Señor. Cerca del mediodía, las visiones de mi mente fueron abiertas, y fueron iluminados los ojos de mi entendimiento, y vi la figura de un hombre [el Salvador], de lo más bella; el aspecto de su rostro era claro y hermoso como el sol… Su cabello era de un gris plateado brillante, rizado en la forma más majestuosa. Sus ojos de un azul intenso y penetrante, y la piel de su cuello de un blanco bellísimo. Y estaba cubierto desde el cuello hasta los pies con una prenda holgada, de un blanco puro, más blanca que cualquier prenda que haya visto antes. Su mirada era de lo más penetrante; no obstante, era muy bondadosa. Mientras me esforzaba por comprender al personaje de la cabeza a los pies, se esfumó y se cerró la visión; pero dejó en mi mente una impresión de amor que duró meses, y que nunca antes había sentido a tal grado[4].

John Murdock siguió siendo testigo de Jesucristo durante el resto de su vida. Después de servir como uno de los primeros misioneros en Australia, finalmente se estableció en Utah. Murió como patriarca de la Iglesia y está enterrado en Beaver, Utah.

 

[1] Lisa Olsen Tait, “‘Abandono cualquier otro asunto’: Los primeros misioneros”, en Revelaciones en Contexto, 2016.

[2] Tait, “‘Abandono cualquier otro asunto’”.

[3] John Murdock Journal, pág. 25, BYU Special Collections.

[4] John Murdock Journal, pág. 13.

(El minuto de Doctrina y Convenios)