Comentario sobre DyC 1

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Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

1:1-7

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Si bien los Santos de los Últimos Días generalmente consideran el Libro de Mormón como las Escrituras destinadas al mundo en general, es importante recordar que el Señor proclama que Doctrina y Convenios será una nueva Escritura destinada a los hombres y mujeres de todas partes. El Libro de Mormón es una introducción a la doctrina salvadora de Cristo; Doctrina y Convenios incluye esta doctrina, pero además enseña las complejidades del funcionamiento del reino de Dios en la tierra. El presidente Ezra Taft Benson enseñó que “El Libro de Mormón lleva a los hombres a Cristo. Doctrina y Convenios lleva a los hombres al reino de Cristo. El Libro de Mormón es la ‘piedra angular’ de nuestra religión, y Doctrina y Convenios es la ‘piedra de coronamiento’, con revelación moderna constante”[1]. Los mensajes de las revelaciones están dirigidos a todas las personas, y el Señor no hace excepciones a Su declaración. El Señor habla de una obra para difundir el evangelio, que trascenderá incluso el reino de los muertos.

 

El mensaje del Señor a la gente de los últimos días comienza con una severa advertencia de que los rebeldes pasarán por mucho dolor y se pregonarán sus pecados desde los techos de las casas. El Señor también afirma y repite al final de la revelación para enfatizar, que Su autoridad ha sido dada a los siervos que Él ha designado en los últimos días para llevar a cabo Su obra. Escuchar la voz de un llamado con autoridad, ya sea un profeta de Dios o un humilde misionero, es escuchar la voz de Jesucristo.

 

[1] “The Book of Mormon and the Doctrine and Covenants”, Ensign, April 1987

(El minuto de Doctrina y Convenios)académis

1: 8-16

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Después de describir el dilema de la humanidad, el Señor proporciona una declaración sobre la misión para realizar el trabajo de la Restauración. El tono severo utilizado al comienzo de la revelación es reemplazado por un tono de plegaria por parte de un Salvador profundamente preocupado por salvar a la mayor cantidad posible de personas de las calamidades de los últimos días. Como parte de Su plan de rescate, el Señor llamó y comisionó al profeta José Smith, le otorgó revelaciones y llamó a otras personas para que lo ayudaran a proclamar estas revelaciones al mundo. El Señor también habla de otras personas que ayudarán en este rescate, aquellos con autoridad que han seguido los pasos de José Smith, incluidos Brigham Young, John Taylor, Russell M. Nelson y otros profetas de los últimos días.

Entonces, el Señor hace una mayor descripción sobre el plan para rescatar a la humanidad antes de que ocurran las últimas grandes calamidades. Lo débil del mundo vendrá y abatirá lo fuerte y poderoso. Es destacable el notar las formas en las que esta profecía se ha cumplido desde que fue dada en 1831. A lo largo de los siglos que han transcurrido desde entonces, los imperios que entonces dominaban los territorios y a los pueblos de la Tierra se han derrumbado y colapsado, asentando las bases para el reino milenario. El Señor también dice que quizás todas las personas “hable[n] en el nombre de Dios el Señor”, prediciendo un sacerdocio universal disponible para todos los creyentes y ordenanzas extendidas a todos, a los vivos y a los muertos, quienes voluntariamente ingresan en convenios sagrados y que eventualmente estarán disponibles para todas las personas. Un propósito establecido sobre la Restauración es que quizá “la fe aumente en la tierra”, permitiendo que las personas tengan fe sobre la vida y salvación debido a que conocen el verdadero carácter, los atributos y las perfecciones de Dios.[1]

Además, el Señor habla del restablecimiento del sempiterno convenio, dando las ordenanzas introductorias del Evangelio y a través de las ordenanzas sagradas administradas en los templos. Esta promesa de la Restauración fue para los santos una de las más difíciles de cumplir; sin embargo, a lo largo de la vida de José Smith lograron consagrar dos templos. El primer templo en Kirtland cayó en la profanación y la ruina, mientras que el segundo, ubicado en Nauvoo, fue destruido por un pirómano. Sin embargo, los santos persistieron y trabajaron durante décadas para construir más templos en St. George, Logan, Manti y Salt Lake City. Hoy en día, cientos de templos son testigos de la restauración del sempiterno convenio, templos ubicados en diversos lugares como Accra, Ghana; Taipéi, Taiwán; Kiev, Ucrania; Sao Paolo, Brasil; y Hong Kong, China. Con cada templo, el sempiterno convenio se encuentra cerca y disponible para la familia de Dios.

También es destacable el considerar que algunos de los “débiles y sencillos” se encontraban en el salón cuando la revelación de la sección 1 fue dada, junto con los primeros élderes de la Iglesia que acudieron a tantas naciones como fue posible. Tan solo unos años después de que se diera esta revelación, José Smith se reunió con el presidente de los Estados Unidos, Martin Van Buren, y Parley P. Pratt le escribió una carta a la reina Victoria acerca de la restauración del Evangelio. Dos siglos después, es común que líderes de naciones se reúnan con los líderes de la Iglesia.

[1] Lectures on Faith [1985], 3:2-5.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

1:17-23

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Después de describir el dilema de la humanidad, el Señor proporciona una declaración de misión para la obra de la Restauración. El tono severo en el comienzo de la revelación es reemplazado por el tono suplicante de un Salvador profundamente preocupado por salvar a la mayor cantidad posible de personas de las calamidades de los últimos días. Como parte de Su plan de rescate, el Señor llamó y comisionó al profeta José Smith, le dio revelaciones y llamó a otras personas para que lo ayudaran a proclamar esas revelaciones al mundo. El Señor también habla de otros para ayudar en este rescate, aquellos con autoridad que han seguido los pasos de José Smith, incluidos Brigham Young, John Taylor, Russell M. Nelson y otros profetas de los últimos días.

El Señor, entonces, describe más del plan para rescatar a la humanidad antes de las últimas grandes calamidades. Lo débil del mundo vendrá y abatirá lo fuerte y poderoso. Es notable la forma en que esta profecía se ha cumplido desde que fue dada en 1831. Los imperios que en ese momento dominaban las tierras y los pueblos del mundo se han derrumbado y colapsado en los siglos transcurridos desde entonces, sentando las bases para el reino del milenio. El Señor también dice que toda persona “hable en el nombre de Dios el Señor”, prediciendo un sacerdocio universal disponible para todos los creyentes y ordenanzas extendidas a todos, los vivos y los muertos, que voluntariamente entran en convenios sagrados y finalmente están disponibles para todas las personas. Un propósito declarado de la Restauración es “que la fe aumente en la tierra”, permitiendo que las personas tengan fe para la vida y la salvación porque conocen el verdadero carácter, los atributos y las perfecciones de Dios (ver Lectures on Faith [1985], 3: 2-5).

Además, el Señor habla del restablecimiento del convenio sempiterno, dadas las ordenanzas introductorias del Evangelio y mediante las ordenanzas sagradas administradas en los templos. Esta promesa de la Restauración fue una de las más difíciles de cumplir para los santos; sin embargo, lograron dedicar dos templos durante la vida de José Smith. El primer templo en Kirtland cayó en la profanación y la ruina, mientras que el segundo en Nauvoo fue destruido por un pirómano. Sin embargo, los santos persistieron y trabajaron durante décadas para construir más templos en St. George, Logan, Manti y Salt Lake City. Hoy en día, cientos de templos son testigos de la restauración del convenio sempiterno, templos en lugares tan diversos como Accra, Ghana; Taipei, Taiwán; Kiev, Ucrania; Sao Paolo, Brasil; y Hong Kong, China. Con cada templo, el convenio sempiterno se vuelve más accesible para la familia de Dios.

También es notable considerar que algunos de los “débiles y sencillos” estaban en el salón cuando se dio la revelación de la sección 1, y los primeros élderes de la Iglesia acudieron a tantas naciones como fue posible. Solo unos años después de que se dio esta revelación, José Smith se reunió con el presidente de los Estados Unidos, Martin Van Buren, y Parley P. Pratt escribió una carta a la reina Victoria sobre la restauración del Evangelio. Dos siglos después, es común que los jefes de naciones se reúnan con los líderes de la Iglesia.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

1:24-29

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Con el cambio del Salvador a un tono más suave en la última parte de la revelación, Él expresa misericordia y perdón a aquellos que voluntariamente se humillan y buscan la ayuda, sabiduría y consuelo de Dios. La súplica del Señor por la humildad entre los santos se dio en un momento en que varios miembros de la conferencia se quejaban de las imperfecciones de las revelaciones. El Señor les recuerda la obra previa de José Smith de traducir el Libro de Mormón y señala que el registro nefita se reveló mediante la misericordia y el poder de Dios, no mediante el poder del hombre.

El Salvador también hace una declaración crucial sobre la naturaleza de las Escrituras, explicando que las revelaciones se les dan a Sus siervos “en su debilidad, según su manera de hablar, para que alcanzasen entendimiento”. Esta es la clave no solo para comprender Doctrina y Convenios, sino también para comprender todas las Escrituras. Cuando el Señor habla a Su pueblo, considera su trasfondo lingüístico, cultural, científico e intelectual. Por lo tanto, los relatos de la creación que se encuentran en los libros de Génesis, Moisés y Abraham y en la ceremonia de investidura del templo no son explicaciones científicas de cómo se creó la tierra, sino la revelación del Señor sobre por qué fue creada y su propósito en los designios de Dios. Las revelaciones dadas a José Smith y otros profetas modernos adquieren un tono diferente, reflejando el lenguaje de las Escrituras, el conocimiento y el trasfondo cultural de los santos en la primera república estadounidense. Sin duda, cuando el Señor da revelaciones en nuestro tiempo, el tono y el mensaje siguen siendo coherentes, pero el Señor también se adapta para dar cuenta de nuestras debilidades y habla de la manera que entendemos.

 

(El minuto de Doctrina y Convenios)

1:30-33

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Una de las enseñanzas de la Iglesia más difíciles de compaginar para los miembros de otras religiones es la declaración que se encuentra aquí de que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la única iglesia verdadera y viviente en la tierra. La declaración está hecha por el Salvador, pero requiere alguna explicación para apreciar lo que esto realmente significa.

Primero, decir que la Iglesia es la única iglesia verdadera no significa que los Santos de los Últimos Días sean los únicos poseedores de la verdad en la tierra. Como enseñó Pablo, Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de…toda la faz de la tierra; … para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallasen; aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:26-27). Más recientemente, la Primera Presidencia ha declarado que “los grandes líderes religiosos del mundo como Mahoma, Confucio y los reformadores, así como filósofos como Sócrates, Platón y otros, recibieron una porción de la luz de Dios. Dios les dio verdades morales para iluminar a naciones enteras y llevar a las personas a un nivel más alto de comprensión”[1].

En segundo lugar, esta declaración no afirma la perfección de los miembros de la Iglesia, de quienes el Señor menciona que está complacido colectivamente, mas no individualmente. Los Santos de los Últimos Días están sujetos a las mismas debilidades, pecados y prejuicios que otras personas y continuamente se esfuerzan y fracasan, buscando la gracia del Señor como todos los demás deben hacer. Los Santos son un pueblo imperfecto y buscan llegar a ser como Cristo mientras se acercan con buena voluntad a todas las personas, independientemente de su origen religioso.

En tercer lugar, los Santos de los Últimos Días tampoco creen que la Iglesia sea perfecta, y el Salvador no hace tal afirmación aquí. “Verdadera” debe combinarse con “viva” para comprender completamente la forma en que opera la Iglesia del Señor. La Iglesia no es un organismo estático. Como fe viva, la Iglesia sufre cambios continuamente para adaptarse a las circunstancias cambiantes y continuar el largo esfuerzo por perfeccionar a los Santos. Ser una iglesia viva es esencial para ser también una verdadera iglesia. El élder D. Todd Christofferson explicó: “Al poseer las llaves del reino, los siervos del Señor pueden determinar tanto la verdad como la falsedad, y nuevamente declarar con autoridad: ‘Así dice el Señor’. Lamentablemente, algunas personas se sienten contrariadas por la Iglesia ya que desean definir su propia verdad; pero, en realidad, es una bendición incomparable recibir ‘… conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser’, en la medida en que el Señor desee revelarlo. La Iglesia salvaguarda y publica las revelaciones de Dios, que constituyen el canon de Escrituras”[2].

Tal como enfatiza el Señor en esta revelación, la presencia de profetas vivientes es un componente clave para hacer que la Iglesia sea “verdadera” y “viva”. El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Ésta es la Iglesia verdadera, la única Iglesia verdadera, ya que en ella están las llaves del sacerdocio. Solo en esta Iglesia el Señor ha depositado el poder para sellar tanto en la tierra como en el cielo tal como lo hizo en la época del apóstol Pedro. Esas llaves se restauraron a José Smith, a quien luego se le autorizó conferirlas a los miembros del Quórum de los Doce”[3]. En un mundo de ideas y valores en constante cambio, donde la gente es llevada “por doquiera de todo viento” (Efesios 4:14), la existencia de una verdadera iglesia dirigida por profetas y apóstoles vivientes proporciona una base segura para que hombres y mujeres construyan.

[1] Declaración de la Primera Presidencia, 15 de febrero de 1978.

[2] “El porqué de la Iglesia”, Liahona , noviembre de 2015.

[3] “La Iglesia verdadera y viviente”, Conferencia General de abril de 2008.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

1:34-36

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

El Señor repite aquí Su objetivo de difundir el mensaje de la Restauración a todas las personas en todos los lugares. También reitera sus razones para llevar a cabo la Restauración. El tiempo de la calamidad está cerca y la paz será quitada de la tierra. Para que hombres y mujeres encuentren refugio de los desafíos espirituales y físicos de los últimos días, deben buscar a Jesucristo y prestar atención a Sus siervos.

 

El conflicto se intensificará a medida que se acerque el tiempo del regreso del Señor, pero los Santos también aumentarán en poder y gloria. El uso que hace el Señor de Idumea es un sinónimo del mundo y está lleno de significado. Idumea es la forma griega de la palabra hebrea Edom, el nombre del pueblo descendiente de Esaú, el hermano de Israel. Aunque Esaú e Israel se reconciliaron, sus descendientes se convirtieron en enemigos acérrimos. El uso que hace el Señor de Idumea aquí insinúa las profundas divisiones que plagarán al mundo antes de la venida del Salvador.

 

(El minuto de Doctrina y Convenios)

1:37-39

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

En las palabras finales de la revelación, el Señor subraya uno de los temas importantes de Doctrina y Convenios. Sus siervos, aunque hombres y mujeres imperfectos, reciben la autoridad para actuar en Su nombre y llevar Su mensaje a las naciones. En una revelación posterior, el Señor enseña que “el que recibe a mis siervos, me recibe a mí” (Doctrina y Convenios 84:36). La revelación sirve como un comienzo perfecto para un volumen de Escritura que contiene las palabras del Señor al pueblo en los últimos días. La debilidad de Sus siervos será evidente, pero también se hallará gloria y poder siempre que hombres y mujeres fieles reciban un llamado a actuar en nombre de Dios para llevar a cabo Sus propósitos.


(El minuto de Doctrina y Convenios)