Comentario sobre DyC 119

Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.

1-3

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Si bien Doctrina y Convenios 119 representa “el principio del diezmo de mi pueblo” (DyC 119:3), no sirve como el fin de la ley de consagración. La consagración es una ley holística que implica más que solo cosas temporales; abarca todo el tiempo, los talentos y los dones de una persona para edificar el reino de Dios. Puede que no se pida a los Santos de los Últimos Días que sacrifiquen todas estas cosas por el reino, pero quienes aceptan los convenios sagrados del templo expresan su disposición a sacrificar estas cosas si es necesario.

El diezmo es un subconjunto de la ley de consagración. Como ha señalado un comentarista, “la gran diferencia entre la ley del diezmo [y la ley de consagración] es que [la ley del diezmo] requiere que los santos paguen una décima parte de sus ingresos antes de cubrir sus gastos, no de su excedente una vez satisfechas sus necesidades”[1]. Doctrina y Convenios 119 muestra que el diezmo no debe ser un reemplazo temporal de la ley de consagración, sino una “ley fija para siempre” (DyC 119:4). Cuando se recibió esta revelación, los miembros de la Iglesia vieron la ley del diezmo no como un mandamiento inferior a la ley de consagración, sino como reiteración de la misma[2].

Posteriormente, José Smith suspendió temporalmente la ley de consagración en marzo de 1840[3]. Sin embargo, los registros del período de Nauvoo muestran que los miembros de la Iglesia también intentaron implementar la consagración allí[4]. Cuando la Iglesia se trasladó a Salt Lake City, Brigham Young supervisó varios esfuerzos diferentes para implementar la ley de consagración, con diversos grados de éxito[5]. Los principios de la consagración continúan evolucionando dentro de la Iglesia a medida que la ley sigue cambiando para adaptarse a las necesidades y condiciones de los santos[6].

[1] Joseph Fielding McConkie and Craig J. Ostler, Revelations of the Restoration, 2000, 936.

[2] Lyndon W. Cook, Joseph Smith and the Law of Consecration, 1985, 77.

[3] Discourse, 6 de marzo de 1840, según lo informado por Elias Smith, p. 89, JSP.

[4] Véase Sherilyn Farnes y Mitchell K. Schaefer, “’Myself. . . I Consecrate to the God of Heaven’: Twenty Affidavits of Consecration in Nauvoo, June–July 1842”, BYU Studies Quarterly, vol. 50, no. 3 (2011), 101-132.

[5] Véase Leonard J. Arrington, Building the City of God: Community and Cooperation among the Mormons, 1976.

[6] Henry B. Eyring, “Oportunidades para hacer el bien”, Conferencia General de abril de 2011.

 

(El minuto de Doctrina y Convenios)

4-7

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

Desde que se estableció la ley del diezmo, [en inglés] ha habido mucha discusión centrada en el significado de tithe [diezmo] y la definición del Señor pagar “one-tenth of their interest annually” [“la décima parte de todo su interés anualmente”] (DyC 119:4). Tomando en cuenta que las palabras del hebreo y griego en el Antiguo y Nuevo Testamento [en inglés] están traducidas como “tithe” o “tithing”, encontramos que todas ellas significan “la décima parte” o “dar la décima parte”. Además, la palabra en inglés tithe se toma del inglés antiguo teogotha, es decir “décimo”[1]. El diccionario de la lengua inglesa de 1828 compilado por Noah Webster da la primera definición de diezmo como “la décima parte de cualquier cosa”[2].

En cuanto al significado de “todo su interés anual”, los líderes de la Iglesia han definido esta frase múltiples veces para referirse al diez por ciento de nuestros ingresos anuales. El presidente James E. Faust enseñó: “La ley del diezmo es sencilla: Pagamos anualmente una décima parte de nuestro interés personal. La Primera Presidencia ha interpretado que la palabra interés significa ganancia. La cantidad que representa el diez por ciento de nuestra ganancia personal depende de cada uno de nosotros y de nuestro Creador”[3]. El manual actual de la Iglesia cita una carta de 1970 de la Primera Presidencia que dice: “La declaración más simple que conocemos es la que el mismo Señor dio, en la que dice que los miembros de la Iglesia deben pagar ‘la décima parte de todo su interés anual’, lo cual sabemos se refiere a nuestros ingresos”. Nadie está justificado para hacer otra declaración que esta ”[4].

Siempre que un líder de la Iglesia pregunta: “¿Paga el diezmo íntegro?” la pregunta es siempre entre el individuo y Dios. Debido a que la ley del diezmo se ha definido tantas veces en términos tan simples, es difícil malinterpretarla. Las interminables preguntas sobre cómo calcular la décima parte de nuestros ingresos, cómo se miden los ingresos o lo que se debe al Señor no vienen al caso. La cuestión del diezmo es una medida de integridad personal.

La implementación de la ley del diezmo llevó a un ajuste importante en la ley de consagración. Antes de 1838, las personas elaboraban mayordomías y sus excedentes con la ayuda de un obispo, que actuaba como juez en Israel (DyC 42:32). En un sermón de 1855, Brigham Young comentó:

Cuando se dio la revelación que he leído [DyC 119] en 1838, yo estaba presente y recuerdo los ánimos de los hermanos. El mismo día se dieron varias revelaciones. Los hermanos deseaban que fuera entre las iglesias y averiguara qué bienes excedentes tenía el pueblo para adelantar la construcción del templo que estábamos comenzando en Far West. En consecuencia, fui de un lugar a otro por el país. Antes de comenzar, le pregunté al hermano José: “¿Quién será el juez de lo que es un excedente de propiedad?” Dijo: “Que sean ellos mismos los jueces, pues no me importa que no den ni un céntimo. En lo que a mí respecta, no quiero nada de lo que tienen. . . Algunas personas estaban dispuestas a hacer lo correcto con sus excedentes de propiedad, y de vez en cuando se encontraba un hombre que tenía una vaca que se consideraba excedente, pero generalmente era de la clase que arrancaría el sombrero a una persona, o los ojos, o los lobos le habían comido sus pezones.

Brigham agregó: “Menciono estas cosas para ilustrar los sentimientos de muchas personas, porque no comprenden el espíritu que tienen. Cuando un hombre desea dar algo, que ofrezca lo mejor que tiene”[5].

[1] Stephen E. Robinson y H. Dean Garrett, A Commentary on the Doctrine and Covenants, 2005, 4:140.

[2] Noah Webster, American Dictionary of the English Language, 1828, “Tithe”, http://webstersdictionary1828.com/Dictionary/tithe.

[3] James E. Faust, “Abrir las ventanas de los cielos”, Conferencia General de octubre de 1998.

[4] First Presidency letter, 19 de marzo de 1970; Manual general, 34.4.1.1

[5] Brigham Young, en Journal of Discourses, 2:305–6.

(El minuto de Doctrina y Convenios)

Casey Paul Griffiths (académico SUD)

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