Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
1-3
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
La sección 129 se considera una de las secciones más singulares de Doctrina y Convenios. Esto se debe en parte a que los lectores se centran en engañar a los espíritus malos mediante un apretón de manos en lugar de profundizar en las implicaciones de estas enseñanzas. Los primeros tres versículos de la sección 129 afirman directamente que los ángeles son hombres y mujeres en una fase diferente de su existencia eterna. Pueden ser “personajes resucitados” (DyC 129:1) o “los espíritus de hombres justos hechos perfectos” (DyC 129:3), pero son claramente humanos. Después de encontrar esta doctrina, un espectador señaló: “Me sorprendió el hecho de que los ángeles del antiguo mormonismo nos visitaban no solo desde cielo, sino también desde más allá de la tumba”[1]. Los ángeles no son una creación distinta de los humanos, sino que son humanos. Esto se enseña claramente en las revelaciones que José Smith recibió. El arcángel Miguel se da a conocer como Adán (DyC 27:11), el ángel Gabriel era conocido como Noé durante su tiempo en la tierra[2], y Moroni era un hombre mortal que regresó para supervisar la salida a la luz del Libro de Mormón.
Las palabras hebreas y griegas para ángel en el Antiguo y Nuevo Testamento pueden traducirse simplemente como “mensajero”[3]. Si todos los ángeles son mensajeros, hay varias categorías más de ángeles que podemos agregar a la afirmación de José Smith de que los ángeles son seres resucitados o los espíritus de personas justas que ya han fallecido. Los ángeles también pueden ser seres premortales, aquellos que aún no han experimentado la vida en la tierra. Jesucristo se apareció ante el hermano de Jared como un espíritu premortal, y le explicó: “[E]ste cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne” (Éter 3:16). Y por razones obvias, el ángel que se apareció ante Adán y Eva para explicarles el propósito de los sacrificios también era un espíritu premortal (Moisés 5:6–8).
Los ángeles también pueden ser seres trasladados. Enoc y su ciudad fueron trasladados y llevados al cielo (Traducción de José Smith, Génesis 14:32). Una revelación temprana dada a José Smith y a Oliver Cowdery dio a conocer que el Salvador le prometió al apóstol Juan que lo haría “como llama de fuego y como ángel ministrante” (DyC 7:6). De la misma manera, tres de los discípulos nefitas llegaron a ser “como los ángeles de Dios” (3 Nefi 28:30) y recibieron la promesa de que “nunca probar[ían] la muerte” (3 Nefi 28:7).
Una última categoría de ángeles consiste en los mortales justos. El Antiguo Testamento habla de “dos ángeles” que rescataron a Lot de la destrucción de su ciudad (Génesis 19:1). La traducción de José Smith aclara que estos mensajeros eran “ángeles de Dios, que eran varones santos” (Traducción de José Smith, Génesis 19:15). De manera similar, Juan se dirigió en el libro de Apocalipsis a varios personajes a los que se refirió como el “ángel de la iglesia en Éfeso” (Apocalipsis 2:1), el “ángel de la iglesia en Esmirna” (Apocalipsis 2:8), etcétera. La traducción de José Smith de cada uno de estos versículos sustituye ángel por siervo (Traducción de José Smith, Apocalipsis 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), indicando que estos ángeles eran siervos mortales que presidían las ramas de la Iglesia.
Los ángeles pueden venir en forma de seres resucitados, espíritus de hombres y mujeres justos, espíritus premortales, seres trasladados o justos mortales reclutados para servir como mensajeros de Dios. Pero una verdad fundamental revelada a través de José Smith en la sección 129 es que cada ángel es un hombre o una mujer, solo que en una etapa diferente de desarrollo eterno.
[1] Samuel Morris Brown, In Heaven as It Is on Earth: Joseph Smith and the Early Mormon Conquest of Death, 2012, ix.
[2] Discourse, between circa 26 June and circa 4 August 1839–A, as Reported by William Clayton, pág. 11, JSP.
Las enseñanzas del Profeta contenidas en los versículos 4 al 9 son mucho más que una simple forma de engañar al diablo. De hecho, después de una lectura rápida de Doctrina y Convenios 129, podríamos sentirnos tentados a preguntar: “¿Satanás y sus seguidores no han leído estas enseñanzas? ¿Caen siempre en el viejo truco del apretón de manos?”. Sin embargo, los principios que se enseñan aquí son mucho más profundos.
Una versión anterior de estas enseñanzas, registrada por Wilford Woodruff, sugiere que Doctrina y Convenios 129 no se trata de apretones de manos, sino de la ley eterna y de cómo afecta a los seres eternos, tanto buenos como malos. El élder Woodruff registró:
Hay muchas llaves del reino de Dios. La siguiente detectará a Satanás cuando se transforme prácticamente en ángel de luz. Cuando Satanás se le aparece al hombre en forma de un personaje, le tiende la mano, el hombre lo toma de la mano y no siente ninguna materia, sabrá que es Satanás. Porque un ángel de Dios (que es un ángel de luz) es un Santo con su cuerpo resucitado, y cuando se aparece al hombre y le ofrece su mano, el hombre siente la materia. Cuando lo toca como lo haría al estrechar la mano de su vecino, podría saber que es un ángel de Dios. Y si un Santo se le aparece a un hombre cuyo cuerpo no ha resucitado, nunca le ofrecerá su mano, porque iría en contra de la ley por la que se rigen, y observando esta clave podemos detectar a Satanás para que no nos engañe[1].
El registro del presidente Woodruff declara que los ángeles que no son resucitados no extienden la mano porque “irían en contra de la ley por la que se rigen”. Esto sugiere que los seres resucitados, los espíritus de los justos y los espíritus engañadores realizan ciertas acciones porque están obligados por la ley eterna. Incluso los espíritus que siguen a Satanás están sujetos a la ley eterna. José Smith enseñó esto de una manera aún más directa en un artículo que apareció en el Times and Seasons el 1 de abril de 1842: “Parece que también los espíritus malos tienen sus límites y confines, sus leyes mediante las cuales son gobernados o dirigidos, y conocen su futuro destino; de ahí que los que estaban endemoniados le dijeran a nuestro Salvador: ‘Has venido para atormentarnos antes de tiempo’”[2].
Uno de los principios más importantes que se enseñan en Doctrina y Convenios 129 es que la lucha entre Dios y Satanás no es una lucha entre poderes iguales. No es una guerra civil, sino una rebelión. Satanás sigue sujeto al poder de Dios y el vencedor del conflicto es conocido; Dios ganará al final. Satanás y sus seguidores perderán. Los demonios no pueden superar los límites que Dios les impone. Satanás y sus seguidores no siguen las pautas establecidas en la sección 129 porque quieran, sino porque están obligados a hacerlo por el poder mayorde Dios.
[1]Discourse, 27 June 1839, as Reported by Wilford Woodruff–A, pág. 19–20, JSP, ortografía y puntuación modernizadas.
[2]Times and Seasons, 1 April 1842, pág. 745, JSP.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
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Comentario sobre DyC 129
/ Doctrina y Convenios 129 / Comentario
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Casey Paul Griffiths (académico SUD)
La sección 129 se considera una de las secciones más singulares de Doctrina y Convenios. Esto se debe en parte a que los lectores se centran en engañar a los espíritus malos mediante un apretón de manos en lugar de profundizar en las implicaciones de estas enseñanzas. Los primeros tres versículos de la sección 129 afirman directamente que los ángeles son hombres y mujeres en una fase diferente de su existencia eterna. Pueden ser “personajes resucitados” (DyC 129:1) o “los espíritus de hombres justos hechos perfectos” (DyC 129:3), pero son claramente humanos. Después de encontrar esta doctrina, un espectador señaló: “Me sorprendió el hecho de que los ángeles del antiguo mormonismo nos visitaban no solo desde cielo, sino también desde más allá de la tumba”[1]. Los ángeles no son una creación distinta de los humanos, sino que son humanos. Esto se enseña claramente en las revelaciones que José Smith recibió. El arcángel Miguel se da a conocer como Adán (DyC 27:11), el ángel Gabriel era conocido como Noé durante su tiempo en la tierra[2], y Moroni era un hombre mortal que regresó para supervisar la salida a la luz del Libro de Mormón.
Las palabras hebreas y griegas para ángel en el Antiguo y Nuevo Testamento pueden traducirse simplemente como “mensajero”[3]. Si todos los ángeles son mensajeros, hay varias categorías más de ángeles que podemos agregar a la afirmación de José Smith de que los ángeles son seres resucitados o los espíritus de personas justas que ya han fallecido. Los ángeles también pueden ser seres premortales, aquellos que aún no han experimentado la vida en la tierra. Jesucristo se apareció ante el hermano de Jared como un espíritu premortal, y le explicó: “[E]ste cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne” (Éter 3:16). Y por razones obvias, el ángel que se apareció ante Adán y Eva para explicarles el propósito de los sacrificios también era un espíritu premortal (Moisés 5:6–8).
Los ángeles también pueden ser seres trasladados. Enoc y su ciudad fueron trasladados y llevados al cielo (Traducción de José Smith, Génesis 14:32). Una revelación temprana dada a José Smith y a Oliver Cowdery dio a conocer que el Salvador le prometió al apóstol Juan que lo haría “como llama de fuego y como ángel ministrante” (DyC 7:6). De la misma manera, tres de los discípulos nefitas llegaron a ser “como los ángeles de Dios” (3 Nefi 28:30) y recibieron la promesa de que “nunca probar[ían] la muerte” (3 Nefi 28:7).
Una última categoría de ángeles consiste en los mortales justos. El Antiguo Testamento habla de “dos ángeles” que rescataron a Lot de la destrucción de su ciudad (Génesis 19:1). La traducción de José Smith aclara que estos mensajeros eran “ángeles de Dios, que eran varones santos” (Traducción de José Smith, Génesis 19:15). De manera similar, Juan se dirigió en el libro de Apocalipsis a varios personajes a los que se refirió como el “ángel de la iglesia en Éfeso” (Apocalipsis 2:1), el “ángel de la iglesia en Esmirna” (Apocalipsis 2:8), etcétera. La traducción de José Smith de cada uno de estos versículos sustituye ángel por siervo (Traducción de José Smith, Apocalipsis 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), indicando que estos ángeles eran siervos mortales que presidían las ramas de la Iglesia.
Los ángeles pueden venir en forma de seres resucitados, espíritus de hombres y mujeres justos, espíritus premortales, seres trasladados o justos mortales reclutados para servir como mensajeros de Dios. Pero una verdad fundamental revelada a través de José Smith en la sección 129 es que cada ángel es un hombre o una mujer, solo que en una etapa diferente de desarrollo eterno.
[1] Samuel Morris Brown, In Heaven as It Is on Earth: Joseph Smith and the Early Mormon Conquest of Death, 2012, ix.
[2] Discourse, between circa 26 June and circa 4 August 1839–A, as Reported by William Clayton, pág. 11, JSP.
[3] Lexham Bible Dictionary, “Angel”.
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Las enseñanzas del Profeta contenidas en los versículos 4 al 9 son mucho más que una simple forma de engañar al diablo. De hecho, después de una lectura rápida de Doctrina y Convenios 129, podríamos sentirnos tentados a preguntar: “¿Satanás y sus seguidores no han leído estas enseñanzas? ¿Caen siempre en el viejo truco del apretón de manos?”. Sin embargo, los principios que se enseñan aquí son mucho más profundos.
Una versión anterior de estas enseñanzas, registrada por Wilford Woodruff, sugiere que Doctrina y Convenios 129 no se trata de apretones de manos, sino de la ley eterna y de cómo afecta a los seres eternos, tanto buenos como malos. El élder Woodruff registró:
El registro del presidente Woodruff declara que los ángeles que no son resucitados no extienden la mano porque “irían en contra de la ley por la que se rigen”. Esto sugiere que los seres resucitados, los espíritus de los justos y los espíritus engañadores realizan ciertas acciones porque están obligados por la ley eterna. Incluso los espíritus que siguen a Satanás están sujetos a la ley eterna. José Smith enseñó esto de una manera aún más directa en un artículo que apareció en el Times and Seasons el 1 de abril de 1842: “Parece que también los espíritus malos tienen sus límites y confines, sus leyes mediante las cuales son gobernados o dirigidos, y conocen su futuro destino; de ahí que los que estaban endemoniados le dijeran a nuestro Salvador: ‘Has venido para atormentarnos antes de tiempo’”[2].
Uno de los principios más importantes que se enseñan en Doctrina y Convenios 129 es que la lucha entre Dios y Satanás no es una lucha entre poderes iguales. No es una guerra civil, sino una rebelión. Satanás sigue sujeto al poder de Dios y el vencedor del conflicto es conocido; Dios ganará al final. Satanás y sus seguidores perderán. Los demonios no pueden superar los límites que Dios les impone. Satanás y sus seguidores no siguen las pautas establecidas en la sección 129 porque quieran, sino porque están obligados a hacerlo por el poder mayorde Dios.
[1]Discourse, 27 June 1839, as Reported by Wilford Woodruff–A, pág. 19–20, JSP, ortografía y puntuación modernizadas.
[2] Times and Seasons, 1 April 1842, pág. 745, JSP.
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