Encuentre comentarios útiles sobre los versículos que aparecen a continuación para comprender mejor el mensaje de esta revelación.
1-6
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133 comienza con una profecía de Malaquías: “[Y] vendrá súbitamente a su templo el Señor” (Malaquías 3:1). Jesús visitó frecuentemente del templo de Jerusalén durante su ministerio terrenal, pero esta profecía sin duda se refiere a una aparición más grandiosa y gloriosa. La sección dice que Cristo “desnudará su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de su Dios” (DyC 133:3; Isaías 52:10), refiriéndose al regreso del Salvador en gloria a la tierra. El élder Orson Pratt enseñó: “Leemos en las Escrituras sobre la verdad divina de que el Señor nuestro Dios vendrá a su templo en los últimos días. . . está registrado en el tercer capítulo de Malaquías que ‘vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis’. Esto no se refiere a la primera venida del Mesías, al día en que apareció en la carne; sino que se refiere a ese período glorioso llamado los últimos días, cuando el Señor volverá a tener una casa o un templo erigido en la tierra para su santo nombre”[1].
La profecía dice que el Señor aparecerá en Su templo en los últimos días. Esta aparición puede referirse al templo de Jerusalén, construido de nuevo, o al templo que se construirá en la ciudad de Sion (DyC 84:2). La profecía también puede tener múltiples cumplimientos. En cierto sentido, la profecía se cumple cada vez que se dedica un templo y el Salvador ofrece Su aceptación de la nueva casa que le pertenece. Una de las cosas más importantes que se enseñan en de la profecía es que el templo seguirá siendo el punto central de la adoración en los últimos días. La casa del Señor está destinada al beneficio de los hombres y mujeres que lo siguen. Calificar para recibir las bendiciones del templo es una parte importante de “[salir] de Babilonia” (DyC 133:5).
[1] Orson Pratt, en Journal of Discourses, 14:274.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
7-16
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El Señor nunca permite que una calamidad venga sobre la tierra sin antes advertir a su pueblo. Una parte esencial de la obra de la Iglesia en los últimos días es advertir y reunir a todas las personas que salgan de Babilonia y vengan a Sion. La proclamación sobre la familia emitida en 1995 termina con una poderosa declaración de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce: “ADVERTIMOS a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos”[1].
Las personas en los últimos días se están congregando para ponerse a salvo mediante la celebración de convenios sagrados y haciendo cambios en sus vidas que los liberen de la influencia destructiva del mundo. En la época en que se recibió Doctrina y Convenios 133, huir a Sion era una acción literal. La mayoría de las personas que se unieron a la Iglesia en esos días comenzaron los preparativos para reunirse físicamente en una sede de la Iglesia en Ohio o Misuri y vivir con los santos. Revelaciones posteriores explicaron que “los puros de corazón” también eran Sion (DyC 97:21). Las personas pueden venir a Sion cuando abandonan las prácticas vacías y dañinas del mundo para aceptar los mandamientos de Dios. De esta manera, las fronteras de Sion se ensanchan un corazón a la vez, a medida que hombres y mujeres eligen una vida superior de servicio y gozo.
[1] “LA FAMILIA: Una proclamación para el mundo”, ChurchofJesusChrist.org.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
17-35
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:17–35 habla del grande y glorioso día cuando la casa de Israel finalmente se reúna. Estos versículos contienen la primera mención de que el Salvador estará en pie “sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tendrán el nombre de su Padre escrito en la frente” (DyC 133:18). Una revelación dada pocos meses después de que José recibiera Doctrina y Convenios 133 aclaró que los 144000 mencionados en el versículo 18 son “sumos sacerdotes ordenados según el santo orden de Dios para administrar el evangelio eterno; porque son estos los que son ordenados de entre toda nación, tribu, lengua y pueblo, por los ángeles a quienes es dado poder sobre las naciones de la tierra para traer a cuantos quieran venir a la iglesia del Primogénito” (DyC 77:11).
Cuando el Señor haga su llamado para que Israel regrese a las dos grandes capitales milenarias, Jerusalén y Sion, la nueva Jerusalén construida en el continente americano (Éter 13:1–8), las tribus perdidas de la casa de Israel comenzarán su marcha para volver a casa. Si bien algunos pueden interpretar que Doctrina y Convenios 133:26–27 significa que un gran grupo de israelitas regresará físicamente a su tierra natal, también es posible que estos pasajes sean de naturaleza simbólica. Varios pasajes de las Escrituras declaran que las tribus perdidas de Israel están esparcidas entre las naciones de la tierra. Nefi declaró: “Y recoge a sus hijos de las cuatro partes de la tierra; y cuenta a sus ovejas, y ellas lo conocen; y habrá un redil y un pastor; y él apacentará a sus ovejas, y en él hallarán pasto” (1 Nefi 22:25). Pasajes similares que hablan de reunir a los miembros perdidos de la casa de Israel se encuentran en Isaías 56:8; Jeremías 16:15-16, 31:10; Mateo 23:37; 1 Nefi 10:14, 19:16; 3 Nefi 5:24–26; y Doctrina y Convenios 110:11. Los pasajes enumerados aquí son solo una muestra de los comentarios existente en las escrituras acerca del recogimiento de Israel desde su condición de perdido y disperso. Basado en estos pasajes, no parece que las tribus perdidas de Israel estarán físicamente juntas en un cuerpo unificado antes de su regreso, pero serán reunidas por los misioneros de la Iglesia en los últimos días.
La referencia a los de los “países del norte” (DyC 133:26) parece ser una referencia simbólica a la pérdida de identidad cultural que sufrieron los israelitas cuando el reino del norte de Israel fue conquistado y su pueblo fue deportado al norte por el imperio asirio. Esta suposición parece alinearse con otra información en las escrituras sobre la ubicación de las tribus perdidas, pero actualmente no tenemos suficiente información para afirmar con absoluta certeza cómo se cumplirán estas profecías. Sin embargo, hay algo que se puede afirmar con certeza: las otras tribus de Israel recibirán las bendiciones y la gloria de la tribu de Efraín. La mayoría de los israelitas reunidos en la Iglesia hasta ahora en esta dispensación han sido de la tribu de Efraín. Son Efraimitas por linaje o por adopción; no se hace distinción entre ambos. Pero la declaración de que las otras tribus de Israel “se postrarán, y serán coronados de gloria, sí, en Sion, por la mano de los siervos del Señor, los hijos de Efraín” (DyC 133:32) es indudablemente una referencia a las bendiciones del sacerdocio y del templo, que ofrece la Iglesia del Señor en los últimos días.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
36-40
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:36–40 se refiere directamente a una profecía registrada por Juan en el libro de Apocalipsis, en la que escribe: “Y vi a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6). Los Santos de los Últimos Días han interpretado tradicionalmente que este ángel es Moroni, de quien el Señor dijo: “[h]e enviado para revelaros el Libro de Mormón, que contiene la plenitud de mi evangelio eterno” (DyC 27:5). La figura de Moroni, que a menudo adorna las agujas de los templos Santos de los Últimos Días, se ha convertido en un símbolo querido y conocido de la Restauración.
Debido a que tanto el libro de Apocalipsis como Doctrina y Convenios 133 son apocalípticos y sumamente simbólicos, la figura del ángel que se menciona en los versículos 36–40 no solo representa a Moroni sino a todos los mensajeros angelicales que desempeñaron un papel en la restauración del evangelio. Doctrina y Convenios 27:5–13 y 128:20–21 son las dos listas más extensas proporcionadas por José Smith de los ángeles que se le aparecieron y restauraron las llaves y la autoridad del sacerdocio. Los enumerados incluyen a Miguel o Adán (DyC 27:11, 128:20–21); Juan el Bautista (DyC 13, 27:7); Pedro, Santiago y Juan (DyC 27:12, 128:20); Elías (DyC 27:6, 110:12); Moisés (DyC 110:11); y Elías el Profeta (DyC 110:13–16), así como Gabriel y Rafael (DyC 128:21).
En un discurso de 1879, el presidente John Taylor agregó más a la lista de ángeles que ministraron a José Smith:
“Los principios que [José Smith] conocía lo pusieron en comunicación con el Señor, y no solo con el Señor sino con profetas y apóstoles de la antigüedad; hombres como Abraham, Isaac, Jacob, Noé, Adán, Set, Enoc, y también con Jesús y el Padre, y los apóstoles que vivieron en este continente, así como los de Asia. Él parecía conocer a todas esas personas tan bien como nosotros nos conocemos los unos a los otros. ¿Por qué? Porque él tuvo que introducir una dispensación que se conoce como la dispensación del cumplimiento de los tiempos, y por ese nombre la conocían los antiguos siervos de Dios”[1].
Doctrina y Convenios 133:41–51 captura la naturaleza paradójica del “grande y terrible” día del regreso del Señor (DyC 2:1). Para aquellos que han ignorado las advertencias que se encuentran en las Escrituras a favor de sus propios deseos carnales, el día de la venida del Señor será terrible. Para aquellos que han prestado atención a las palabras del Señor y han vivido fielmente, será un tiempo de asombro y regocijo. Estos dos tipos de sentimientos acerca de la Segunda Venida del Salvador se describen a lo largo de Doctrina y Convenios. Por ejemplo, el Señor ha dicho, “está próxima la ahora en que vendré en una nube con poder y gran gloria. Y será un día grande al tiempo de mi venida, porque todas las naciones temblarán” (DyC 34:7–8). En otro pasaje, el Señor declara: “Porque cuando el Señor aparezca, será terrible para ellos, de modo que el temor se apoderará de ellos, y se mantendrán alejados y temblarán. Y todas las naciones temerán a causa del terror del Señor y del poder de su fuerza” (DyC 45:74–75).
Una imagen potente de los sentimientos contrapuestos que sentirán los justos y los inicuos en el momento de la segunda venida del Salvador se encuentra en la descripción de que “Y los vestidos del Señor serán rojos; y su ropa como del que ha pisado el lagar” (DyC 133:48). Dada la descripción de la aparición del Salvador resucitado a los nefitas (3 Nefi 11:8), algunos Santos de los Últimos Días visualizan al Salvador con túnicas blancas en Su segunda venida. Sin embargo, Doctrina y Convenios 133 declara que Jesús estará adornado con túnicas rojas. El Señor mismo declara la razón de su ropa roja, diciendo: “He pisado yo solo el lagar y he traído juicio sobre todo pueblo; y nadie estuvo conmigo. [Y] los he hollado con mi furor y los pisé con mi ira, y con su sangre he salpicado mis vestidos y manchado toda mi ropa; porque este fue el día de venganza que estaba en mi corazón” (DyC 133:50–51). Las túnicas rojas del Salvador representarán tanto la sangre de los inicuos como la sangre de los justos, así como la propia sangre del Salvador, derramada por cada poro mientras luchaba bajo el peso de los pecados y los dolores del mundo (DyC 19:16–19; Alma 7:11–12).
(El minuto de Doctrina y Convenios)
52-56
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Los versículos 52–56 hablan de la abrumadora gratitud que habrá en el corazón de todos aquellos que aprovecharon la gracia del Salvador para ayudarlos en las pruebas que enfrentaron en sus vidas. Los redimidos, como se les llama en el versículo 52, hablarán del Salvador como un compañero en los desafíos y adversidades que enfrentaron en sus vidas. “En todas las aflicciones de ellos, él fue afligido. Y el ángel de su presencia los salvó; y en su amor y en su clemencia los redimió, los sostuvo y los llevó todos los días de la antigüedad” (DyC 133:53). Esta hermosa reunión sirve como un poderoso recordatorio de que la salvación en Cristo viene no solo después de esta vida cuando descansaremos de nuestras pruebas, sino también durante esta vida cuando estemos en medio de nuestras pruebas.
Los versículos 52–56 también confirman que los ciudadanos de la ciudad de Enoc, así como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y todos los profetas desde Elías hasta Juan, “estuvieron con Cristo en su resurrección” (DyC 133:55). Estos antiguos discípulos y profetas ahora son seres resucitados. Enoc y los de su ciudad ya eran seres trasladados (Moisés 7:69), por lo que deben haber resucitado “en un abrir y cerrar de ojos” (DyC 63:51). La resurrección de estos santos justos en el momento de la resurrección del Salvador significa que el número de quienes ya han vencido a la muerte es mucho mayor de lo que pensamos. No hay solo un puñado de ángeles resucitados que ayudan en la obra del Señor, sino millones, potencialmente miles de millones de almas que han pasado a la siguiente fase de su gloria eterna.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
57-74
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:57-74 vuelve a un tema enfatizado por su sección hermana, Doctrina y Convenios 1, que se recibió al mismo tiempo que la sección 133. En ambas secciones, el Señor habla de poderosos milagros que sucederán en los últimos días cuando las “cosas débiles de la tierra” se conviertan en instrumentos de la gran obra de los últimos días (DyC 133:57–59; compárese con DyC 1:19-23). Aquellos que el resto del mundo considera débiles y simples llevarán el mensaje del evangelio que separará a los justos de los malvados. Esta gran separación entre los que guardan los convenios y los que se rebelarán y lucharán contra la obra de Dios es una parte vital de la “trilla” que tendrá lugar en los últimos días (DyC 133:59; véase el comentario de DyC 35:13–16).
Este tema de la ruina y la recompensa que se encuentra a lo largo de la sección 133 es enfatizado nuevamente por el Salvador en los versículos 62–63. Para los justos, Su mensaje es que a los hombres o mujeres “que se arrepienta[n] y se santifique[n] ante el Señor, se dará la vida eterna” (DyC 133:62). Para los malvados e impenitentes, el mensaje, tristemente, es “no hay quien os rescate, porque no obedecisteis mi voz cuando os llamé desde los cielos; no creísteis a mis siervos, y cuando os fueron enviados, no los recibisteis. De manera que, sellaron el testimonio y ataron la ley, y vosotros fuisteis entregados a las tinieblas” (DyC 133:71–72). Por lo tanto, el mensaje de los últimos días se vuelve grande y terrible según el corazón de los oyentes y su atención a las palabras del Señor.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
(El minuto de Doctrina y Convenios)
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Comentario sobre DyC 133
/ Doctrina y Convenios 133 / Comentario
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Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133 comienza con una profecía de Malaquías: “[Y] vendrá súbitamente a su templo el Señor” (Malaquías 3:1). Jesús visitó frecuentemente del templo de Jerusalén durante su ministerio terrenal, pero esta profecía sin duda se refiere a una aparición más grandiosa y gloriosa. La sección dice que Cristo “desnudará su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de su Dios” (DyC 133:3; Isaías 52:10), refiriéndose al regreso del Salvador en gloria a la tierra. El élder Orson Pratt enseñó: “Leemos en las Escrituras sobre la verdad divina de que el Señor nuestro Dios vendrá a su templo en los últimos días. . . está registrado en el tercer capítulo de Malaquías que ‘vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis’. Esto no se refiere a la primera venida del Mesías, al día en que apareció en la carne; sino que se refiere a ese período glorioso llamado los últimos días, cuando el Señor volverá a tener una casa o un templo erigido en la tierra para su santo nombre”[1].
La profecía dice que el Señor aparecerá en Su templo en los últimos días. Esta aparición puede referirse al templo de Jerusalén, construido de nuevo, o al templo que se construirá en la ciudad de Sion (DyC 84:2). La profecía también puede tener múltiples cumplimientos. En cierto sentido, la profecía se cumple cada vez que se dedica un templo y el Salvador ofrece Su aceptación de la nueva casa que le pertenece. Una de las cosas más importantes que se enseñan en de la profecía es que el templo seguirá siendo el punto central de la adoración en los últimos días. La casa del Señor está destinada al beneficio de los hombres y mujeres que lo siguen. Calificar para recibir las bendiciones del templo es una parte importante de “[salir] de Babilonia” (DyC 133:5).
[1] Orson Pratt, en Journal of Discourses, 14:274.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
El Señor nunca permite que una calamidad venga sobre la tierra sin antes advertir a su pueblo. Una parte esencial de la obra de la Iglesia en los últimos días es advertir y reunir a todas las personas que salgan de Babilonia y vengan a Sion. La proclamación sobre la familia emitida en 1995 termina con una poderosa declaración de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce: “ADVERTIMOS a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos”[1].
Las personas en los últimos días se están congregando para ponerse a salvo mediante la celebración de convenios sagrados y haciendo cambios en sus vidas que los liberen de la influencia destructiva del mundo. En la época en que se recibió Doctrina y Convenios 133, huir a Sion era una acción literal. La mayoría de las personas que se unieron a la Iglesia en esos días comenzaron los preparativos para reunirse físicamente en una sede de la Iglesia en Ohio o Misuri y vivir con los santos. Revelaciones posteriores explicaron que “los puros de corazón” también eran Sion (DyC 97:21). Las personas pueden venir a Sion cuando abandonan las prácticas vacías y dañinas del mundo para aceptar los mandamientos de Dios. De esta manera, las fronteras de Sion se ensanchan un corazón a la vez, a medida que hombres y mujeres eligen una vida superior de servicio y gozo.
[1] “LA FAMILIA: Una proclamación para el mundo”, ChurchofJesusChrist.org.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:17–35 habla del grande y glorioso día cuando la casa de Israel finalmente se reúna. Estos versículos contienen la primera mención de que el Salvador estará en pie “sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tendrán el nombre de su Padre escrito en la frente” (DyC 133:18). Una revelación dada pocos meses después de que José recibiera Doctrina y Convenios 133 aclaró que los 144000 mencionados en el versículo 18 son “sumos sacerdotes ordenados según el santo orden de Dios para administrar el evangelio eterno; porque son estos los que son ordenados de entre toda nación, tribu, lengua y pueblo, por los ángeles a quienes es dado poder sobre las naciones de la tierra para traer a cuantos quieran venir a la iglesia del Primogénito” (DyC 77:11).
Cuando el Señor haga su llamado para que Israel regrese a las dos grandes capitales milenarias, Jerusalén y Sion, la nueva Jerusalén construida en el continente americano (Éter 13:1–8), las tribus perdidas de la casa de Israel comenzarán su marcha para volver a casa. Si bien algunos pueden interpretar que Doctrina y Convenios 133:26–27 significa que un gran grupo de israelitas regresará físicamente a su tierra natal, también es posible que estos pasajes sean de naturaleza simbólica. Varios pasajes de las Escrituras declaran que las tribus perdidas de Israel están esparcidas entre las naciones de la tierra. Nefi declaró: “Y recoge a sus hijos de las cuatro partes de la tierra; y cuenta a sus ovejas, y ellas lo conocen; y habrá un redil y un pastor; y él apacentará a sus ovejas, y en él hallarán pasto” (1 Nefi 22:25). Pasajes similares que hablan de reunir a los miembros perdidos de la casa de Israel se encuentran en Isaías 56:8; Jeremías 16:15-16, 31:10; Mateo 23:37; 1 Nefi 10:14, 19:16; 3 Nefi 5:24–26; y Doctrina y Convenios 110:11. Los pasajes enumerados aquí son solo una muestra de los comentarios existente en las escrituras acerca del recogimiento de Israel desde su condición de perdido y disperso. Basado en estos pasajes, no parece que las tribus perdidas de Israel estarán físicamente juntas en un cuerpo unificado antes de su regreso, pero serán reunidas por los misioneros de la Iglesia en los últimos días.
La referencia a los de los “países del norte” (DyC 133:26) parece ser una referencia simbólica a la pérdida de identidad cultural que sufrieron los israelitas cuando el reino del norte de Israel fue conquistado y su pueblo fue deportado al norte por el imperio asirio. Esta suposición parece alinearse con otra información en las escrituras sobre la ubicación de las tribus perdidas, pero actualmente no tenemos suficiente información para afirmar con absoluta certeza cómo se cumplirán estas profecías. Sin embargo, hay algo que se puede afirmar con certeza: las otras tribus de Israel recibirán las bendiciones y la gloria de la tribu de Efraín. La mayoría de los israelitas reunidos en la Iglesia hasta ahora en esta dispensación han sido de la tribu de Efraín. Son Efraimitas por linaje o por adopción; no se hace distinción entre ambos. Pero la declaración de que las otras tribus de Israel “se postrarán, y serán coronados de gloria, sí, en Sion, por la mano de los siervos del Señor, los hijos de Efraín” (DyC 133:32) es indudablemente una referencia a las bendiciones del sacerdocio y del templo, que ofrece la Iglesia del Señor en los últimos días.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:36–40 se refiere directamente a una profecía registrada por Juan en el libro de Apocalipsis, en la que escribe: “Y vi a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6). Los Santos de los Últimos Días han interpretado tradicionalmente que este ángel es Moroni, de quien el Señor dijo: “[h]e enviado para revelaros el Libro de Mormón, que contiene la plenitud de mi evangelio eterno” (DyC 27:5). La figura de Moroni, que a menudo adorna las agujas de los templos Santos de los Últimos Días, se ha convertido en un símbolo querido y conocido de la Restauración.
Debido a que tanto el libro de Apocalipsis como Doctrina y Convenios 133 son apocalípticos y sumamente simbólicos, la figura del ángel que se menciona en los versículos 36–40 no solo representa a Moroni sino a todos los mensajeros angelicales que desempeñaron un papel en la restauración del evangelio. Doctrina y Convenios 27:5–13 y 128:20–21 son las dos listas más extensas proporcionadas por José Smith de los ángeles que se le aparecieron y restauraron las llaves y la autoridad del sacerdocio. Los enumerados incluyen a Miguel o Adán (DyC 27:11, 128:20–21); Juan el Bautista (DyC 13, 27:7); Pedro, Santiago y Juan (DyC 27:12, 128:20); Elías (DyC 27:6, 110:12); Moisés (DyC 110:11); y Elías el Profeta (DyC 110:13–16), así como Gabriel y Rafael (DyC 128:21).
En un discurso de 1879, el presidente John Taylor agregó más a la lista de ángeles que ministraron a José Smith:
[1] John Taylor, en Journal of Discourses, 21:94.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:41–51 captura la naturaleza paradójica del “grande y terrible” día del regreso del Señor (DyC 2:1). Para aquellos que han ignorado las advertencias que se encuentran en las Escrituras a favor de sus propios deseos carnales, el día de la venida del Señor será terrible. Para aquellos que han prestado atención a las palabras del Señor y han vivido fielmente, será un tiempo de asombro y regocijo. Estos dos tipos de sentimientos acerca de la Segunda Venida del Salvador se describen a lo largo de Doctrina y Convenios. Por ejemplo, el Señor ha dicho, “está próxima la ahora en que vendré en una nube con poder y gran gloria. Y será un día grande al tiempo de mi venida, porque todas las naciones temblarán” (DyC 34:7–8). En otro pasaje, el Señor declara: “Porque cuando el Señor aparezca, será terrible para ellos, de modo que el temor se apoderará de ellos, y se mantendrán alejados y temblarán. Y todas las naciones temerán a causa del terror del Señor y del poder de su fuerza” (DyC 45:74–75).
Una imagen potente de los sentimientos contrapuestos que sentirán los justos y los inicuos en el momento de la segunda venida del Salvador se encuentra en la descripción de que “Y los vestidos del Señor serán rojos; y su ropa como del que ha pisado el lagar” (DyC 133:48). Dada la descripción de la aparición del Salvador resucitado a los nefitas (3 Nefi 11:8), algunos Santos de los Últimos Días visualizan al Salvador con túnicas blancas en Su segunda venida. Sin embargo, Doctrina y Convenios 133 declara que Jesús estará adornado con túnicas rojas. El Señor mismo declara la razón de su ropa roja, diciendo: “He pisado yo solo el lagar y he traído juicio sobre todo pueblo; y nadie estuvo conmigo. [Y] los he hollado con mi furor y los pisé con mi ira, y con su sangre he salpicado mis vestidos y manchado toda mi ropa; porque este fue el día de venganza que estaba en mi corazón” (DyC 133:50–51). Las túnicas rojas del Salvador representarán tanto la sangre de los inicuos como la sangre de los justos, así como la propia sangre del Salvador, derramada por cada poro mientras luchaba bajo el peso de los pecados y los dolores del mundo (DyC 19:16–19; Alma 7:11–12).
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Los versículos 52–56 hablan de la abrumadora gratitud que habrá en el corazón de todos aquellos que aprovecharon la gracia del Salvador para ayudarlos en las pruebas que enfrentaron en sus vidas. Los redimidos, como se les llama en el versículo 52, hablarán del Salvador como un compañero en los desafíos y adversidades que enfrentaron en sus vidas. “En todas las aflicciones de ellos, él fue afligido. Y el ángel de su presencia los salvó; y en su amor y en su clemencia los redimió, los sostuvo y los llevó todos los días de la antigüedad” (DyC 133:53). Esta hermosa reunión sirve como un poderoso recordatorio de que la salvación en Cristo viene no solo después de esta vida cuando descansaremos de nuestras pruebas, sino también durante esta vida cuando estemos en medio de nuestras pruebas.
Los versículos 52–56 también confirman que los ciudadanos de la ciudad de Enoc, así como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y todos los profetas desde Elías hasta Juan, “estuvieron con Cristo en su resurrección” (DyC 133:55). Estos antiguos discípulos y profetas ahora son seres resucitados. Enoc y los de su ciudad ya eran seres trasladados (Moisés 7:69), por lo que deben haber resucitado “en un abrir y cerrar de ojos” (DyC 63:51). La resurrección de estos santos justos en el momento de la resurrección del Salvador significa que el número de quienes ya han vencido a la muerte es mucho mayor de lo que pensamos. No hay solo un puñado de ángeles resucitados que ayudan en la obra del Señor, sino millones, potencialmente miles de millones de almas que han pasado a la siguiente fase de su gloria eterna.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
Doctrina y Convenios 133:57-74 vuelve a un tema enfatizado por su sección hermana, Doctrina y Convenios 1, que se recibió al mismo tiempo que la sección 133. En ambas secciones, el Señor habla de poderosos milagros que sucederán en los últimos días cuando las “cosas débiles de la tierra” se conviertan en instrumentos de la gran obra de los últimos días (DyC 133:57–59; compárese con DyC 1:19-23). Aquellos que el resto del mundo considera débiles y simples llevarán el mensaje del evangelio que separará a los justos de los malvados. Esta gran separación entre los que guardan los convenios y los que se rebelarán y lucharán contra la obra de Dios es una parte vital de la “trilla” que tendrá lugar en los últimos días (DyC 133:59; véase el comentario de DyC 35:13–16).
Este tema de la ruina y la recompensa que se encuentra a lo largo de la sección 133 es enfatizado nuevamente por el Salvador en los versículos 62–63. Para los justos, Su mensaje es que a los hombres o mujeres “que se arrepienta[n] y se santifique[n] ante el Señor, se dará la vida eterna” (DyC 133:62). Para los malvados e impenitentes, el mensaje, tristemente, es “no hay quien os rescate, porque no obedecisteis mi voz cuando os llamé desde los cielos; no creísteis a mis siervos, y cuando os fueron enviados, no los recibisteis. De manera que, sellaron el testimonio y ataron la ley, y vosotros fuisteis entregados a las tinieblas” (DyC 133:71–72). Por lo tanto, el mensaje de los últimos días se vuelve grande y terrible según el corazón de los oyentes y su atención a las palabras del Señor.
(El minuto de Doctrina y Convenios)
Casey Paul Griffiths (académico SUD)
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